El día que el Nenuco entró en nuestras vidas

Por Una Mamá (contra) Corriente @Mama_c_corrient

El jueves de la semana pasada, por la noche, recibí un mail sobre el curso de masaje, indicando que debíamos llevar un muñeco tipo Nenuco para utilizarlo todas las veces que nuestros niños no quisieran recibir el masaje y también porque en alguna sesión se jugaría con ellos con pinturas y demás. 
Llevaba tiempo pensando en comprar un muñeco. En AT, M. me había comentado que estaba enseñando a mi nene a peinar, lavar, dar de comer y de beber y acunar a un bebé de plástico que tienen por allí. Según me dijo, los niños con las características del mío (por Dios, ¡qué mal suena eso!) a veces presentan dificultades con el juego simbólico y, dado que el juego simbólico es fundamental, es bueno reforzáselo aunque, en realidad, éste no empieza a darse hasta pasados los 18 meses (que aún no tiene). A mi la idea me pareció excelente, aunque lo había ido dejando pasar. Así que el hecho de tener que llevar un muñeco al curso no me pareció mal.
El viernes por la tarde fuimos a comprar (comida) a Carrefour con la presión de que teníamos que encontrar un muñeco tipo Nenuco sí o sí, porque el curso empezaba a la mañana siguiente a las 11. Pero no nos gustó nada lo que vimos, eran súper pequeños, no tenían pelo y además eran caros. Decidimos dejarlo.
Mi marido, a ultimísima hora del día, se acercó a un chino a ver si tenían algo parecido. Volvió a casa con un muñeco feo, sin pelo, ¡y con el cuerpo de tela!. Vaya bronca que le eché, pobre mío, pero es que encima no era ni barato. Y sin ticket ni nada para poder devolverlo...
Ni qué decir tiene que a la mañana siguiente a las 10 estábamos en la puerta del Toys'r'Us para comprar uno. Todavía estoy preguntándome por qué siempre es tan complicado encontrar una cosa que uno busca desesperadamente aunque sea la cosa más normal del mundo. Muñecos había muchos pero ninguno nos acababa de llenar: muchos tenían el cuerpo de tela (tenía que ser entero de plástico), otros eran unas niñas repipis que no me gustaban nada y ninguno era excesivamente grande. 
Al final, después de recorrernos los mismos pasillos varias veces y con el tiempo encima, cogimos el más mono de todos, el único de los varones que había, y nos lo llevamos. Carísimo, por cierto, y eso que no hacía ná.
Mientras íbamos camino del curso lo saqué de la caja para no perder tiempo. Al nene le gustó mucho, incluso le dió dos pseudo-besos. El muñeco ha tenido cierto éxito, incluso ya le hemos dado de beber. Le fascina el mecanismo de los ojos que se abren cuando se incorpora y se cierran cuando se tumba. Creo que le vamos a sacar mucho partido.
Cuando llegamos a casa, al bajarnos del coche, fui al contenedor a tirar la caja y los plásticos. Y no me dí cuenta de que con la caja tiraba también un par de accesorios que venían con el muñeco, que no valían mucho, pero en cualquier caso eran parte del juego. Ni qué decir tiene que cuando nos dimos cuenta y bajamos ya no se podía recuperar.
¡¿Estamos gafados con los muñecos o qué?!.