El día que los madrileños se inventaron una catedral

Por Manugme81 @SecretosdeMadri

Imponente, soberbio, demoledor. Así se ofrece al espectador el Palacio de Comunicaciones. A todas luces uno de los edificios que más sorprende cuanto uno visita Madrid. No está en la quinielas de los principales reclamos turísticos de la ciudad pero quien se acerca a la Plaza de Cibeles a mirar a los ojos a la famosa diosa frigia, no puede evitar dedicarle unos cuantos segundos a esta notable construcción.

Sede del Ayuntamiento de Madrid desde hace ya unos cuántos años camina con paso firme hacia el siglo de edad de vida. Para entender el porqué de su existencia hay que retroceder a los inicios del Siglo XX cuando la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol confirmó quedarse definitivamente pequeña ante el crecimiento de la capital y, por ende, de flujo de comunicaciones. Por ello se optó por levantar una nueva sede central, que aunase los servicios de correos, teléfono y telégrafos. Se buscó un edificio espectacular para una función de primer nivel.

El proyecto elegido fue el presentado por la sociedad conformada entre Antonio Palacios y Joaquín Otamendi. Para la ubicación de esta gran joya se eligió un enorme solar de 30.000 metros cuadrados, en el Barrio de los Jerónimos, terrenos que hasta entonces habían formado parte de los Jardines del Buen Retiro. El pulmón de Madrid perdió un pedazo de su vida pero la ciudad ganó una de sus mejores construcciones.

Lo curioso de este hoy llamado Palacio de Cibeles es que no puedo evitar ser víctima del humor de los madrileños a pesar de su regio aspecto. La ciudad, y sus habitantes, que veían por entonces (1907 - 1919) cómo los trabajos de construcción de la Catedral de la Almudena avanzaban a un ritmo casi inexistente, no dudaron, viendo el colosal aspecto del nuevo inquilino de la Plaza de Cibeles, de bautizarle con apelativos como ' Nuestra Señora de las Comunicaciones' o incluso el de 'Nuestra Señora de la Postal' ya que su aspecto les recordaba mucho al de una catedral. De este modo, mientras Madrid aguardaba al alzado definitivo de su catedral oficial, sus habitantes optaron por inventarse una.