Revista Cultura y Ocio

El día que me metí mescalina con mi amigo Demian

Por La Cloaca @nohaycloacas

Publicado por Nacho S

Había llegado el viernes y tras unas cervezas en el salón, aprovechando que mis compañeros se habían ido, Demian y yo nos dispusimos a meternos la mescalina.

Había ambientado mi habitación con detalle: todo estaba iluminado tenuemente con una suave luz violácea y había colocado cojines por el suelo alrededor de una mesita baja. En la estantería un poderoso equipo de sonido dirigiría la función, sus bafles estaban repartidos para proporcionar un sonido absolutamente envolvente y embriagador, y una lista de reproducción meticulosamente confeccionada aguardaba en su interior para hacernos trascender.

También puse un pequeño proyector apuntando a una de las paredes.

Encima de la mesita colocada cuidadosamente había una botella de tequila dorado a la que todavía le quedaban unos cuantos tragos, un par de puros ‘Campesino Series’, un bol con guacamole, una bolsa de nachos, zumo de granada, varias rodajas de peyote y tres frasquitos de cristal con distintas esencias.

Cuando sentimos que había llegado el momento nos dirigimos al cuarto. Cerré la puerta y nos sentamos alrededor de la mesita. Pulsé el ‘play’ en el equipo y comenzó a sonar ‘Shine on you crazy diamond’. Nos dejamos llevar por su lento florecer, sintiendo como las notas parecían abrirnos la entrada a un mundo desconocido, dándonos la bienvenida con calma pero con determinación. Volqué la jarra de zumo en un par de vasitos, brindamos y nos metimos una rodaja cada uno en la boca. El sabor era amargo y correoso, pero con el dulzor del zumo el proceso se facilitaba.

Masticamos en silencio mientras la guitarra de Gilmour se desentrañaba para nosotros.

Tras habernos comido la primera de las rodajitas el proyector chasqueó y la pared se iluminó. Comenzaron a sucederse vídeos mudos del genocidio camboyano, de la guerra de Vietnam y de la guerra de Corea. Intercaladas aparecían imágenes de películas; pudimos ver flashes del campamento americano de Apolcaypse Now al que llegan en mitad de la selva en su camino hacia Kurtz, aparecía el rostro del soldado que salía de  la oscuridad de la trinchera totalmente ido mientras Michael Sheen lo miraba inquieto; durante unos instantes vimos a la pequeña niña vietnamita de La Chaqueta Metálica respirar en el suelo esperando su muerte mirándonos fijamente.

Veterans of the Psychic Wars’ de Blue Öyster Cult llevaba un rato sonando, la versión en directo con el solo delirante por supuesto. Absortos en las imágenes empezaron a sucederse distintos entrenamientos militares de diversos ejércitos y cuerpos de seguridad; pude distinguir al ejército de Mao, a la guardia revolucionaria iraní y a soviéticos y estadounidenses.

Durante todos estos minutos nuestros intestinos habían ido absorbiendo el poderoso alcaloide. Cuando quise pensar sobre ello, en la pared se proyectó un gran monolito negro y fui consciente de que estaba sonando el disco ‘Oxygene’ de Jean Michel Harre. Fue en ese momento inicial en el que el disco enloquece cuando empecé a perder el control del tiempo y de mí mismo. Demian estaba tumbado mirando el techo estático como un muñeco de cera, en la pared un caza derribaba a otro viéndose la estela de humo y fuego bajar desde el cielo hasta un extenso terreno desértico.

Sentí cierta náusea y cogí torpemente uno de los nachos y lo mojé en el guacamole, la boca me sabía ligeramente ácida pero el sabor de la salsa fue increíblemente intenso, podía sentir cada matiz del aguacate y el sabor salado se extendía por los laterales de mi lengua como una mecha prendida.

Recuerdo tocar con mis dedos vagamente la superficie fría de mármol de la mesita, concentradamente, mirando mi mano ir y venir, oscilar de un lado a otro acariciándola… Tronaba el piano tocado por ‘Yoshiki’ en el inmenso puente del ‘Art of Life’ de X Japan, estimulándome para no cerrar los ojos. Me acerqué reptando a mi planta de marihuana y metí la nariz en la tierra aún mojada mientras abrazaba el tiesto con las manos, el piano seguía poniéndome alerta y empujándome a sentir con vividez.

Recuerdo ver luego a Demian sentado en el suelo mirando fíjamente a la pared a poco más de medio metro de distancia, su cuerpo tapaba parte de la proyección pero era algo que parecía no importarle. Miraba hacia arriba con la boca ligeramente abierta mientras se sucedía la secuencia de ‘2001’ en la que el astronauta sobreviviente comenzaba su viaje interestelar tras eliminar a HAL.

De nuevo reptando, me acerqué a la mesa con la nariz aún llena de tierra y agarré el tequila; lancé el tapón y le metí un buen trago, noté cómo el líquido fluía de mi boca a mis tripas, dejando un intenso sabor y un camino de fuego por mi esófago.

Demian estaba de pie tocando la pared; parecía que intentaba tocar la proyección, acercaba los dedos y acababa despegándolos mirándoselos como si parte de lo proyectado hubiera quedado grabado en su piel.

Tangerine Dream trajo la cordura a la sala (quizá haría más honor a la verdad decir que trajo la relajación). Se sucedieron ‘Alpha Centauri’, ‘Atem’ y ‘Zeit’. Durante ese tiempo nos tumbamos en el suelo con los ojos cerrados; a veces vertíamos algunas gotitas de las esencias en el dorso de nuestras manos y aspirábamos los aromas, perdiéndonos en un mundo de madreselva, naranja amarga y un popurrí de especias orientales…

Me desperté al día siguiente solo en el suelo entre los cojines. Demian se había ido.

En algún momento debimos quedarnos dormidos a lo largo de la extensa discografía, entre sintetizadores y melotrones. La habitación seguía a oscuras y tardé en incorporarme unos segundos hasta que asimilé todo lo que había pasado.

Recobré un tanto de lucidez al abrir la persiana lo justo para que penetraran algunos rayos de luz. Las esencias estaban desparramadas por el suelo y la mesa estaba llena de migajas de nachos. El equipo seguía encendido en silencio, orgulloso de su faena.

Me dije que ya recogería aquello más tarde y salí al salón a despejarme. No tenía resaca y me apetecía una ducha.

Aquello había sido cuanto menos interesante.


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