Fueron décimas de segundo. Ella ni lloró. A mi no me dio tiempo a decir nada. Bebé Gigante se puso los deditos en la boca, le empezaron a temblar y unos lagrimones enormes cayeron de sus ojitos. El desconsuelo fue de película.
No me alegro ni mucho menos que mi hijo pegara a su hermana. Pero creo que no se volverá a repetir. Vi en él arrepentimiento y sentimientos profundos; muy buenos sentimientos. Todos tenemos arrebatos que no controlamos. Pero es necesario rectificar y darse cuenta si algo que hacemos está mal.
Mi pequeño gran hombre ha dado un paso más hacia la madurez; aunque haya sido a costa del carrillo de su hermanita.