-Pues por eso, mamá -le respondí-. Porque con este cupón tendré a un instructor al lado que puede hacerse cargo de los mandos si la lío parda.
En este punto debería decir que me da un poco de miedo volar. Nunca he dejado que eso me detenga, pero lo cierto es que mi nivel de estrés se incrementa varios puntos cuando me subo en uno de esos aparatos, en especial durante el despegue y mucho más durante el aterrizaje, momento en el cual tiendo a marearme.
En parte también lo he hecho por eso: porque creo que los miedos se curan con tratamiento de choque. Me curé el miedo a hablar en público apuntándome a todas las actividades que implicaban hablar en público durante la carrera: pues con el miedo a los aparatos voladores tiene que ser más o menos lo mismo.
El despegue y el aterrizaje los realizaba el instructor (básicamente, por eso seguimos vivos los dos) pero, una vez en el aire, me dejó manejar los controles. Parece fácil, pero como aprietes un poco más de la cuenta (lo cual es fácil) te pasas y puedes liarla. Lo importante era ver tres-cuatro dedos de paisaje, ni más ni menos, y que una bolita se mantuviera centrada cuando girabas. No creo que se me diera muy bien, pero, a pesar del miedo y de la amenaza de mareo (eso se agita como un bote en mar revuelta), conseguí no estrellar el avión.
En definitiva, me lo pasé pipa, aunque, teniendo en cuenta mi torpeza, lo lejos que está de casa y lo caro que resulta, no sé si repetiría la experiencia.
Por cierto, pronto viviré otra pequeña aventura. Será en un túnel de viento, el de Hurricane Factory situado en el Sambil, el próximo 28 de septiembre. También tiene que ver con volar, aunque esto no me da miedo, solo me inspira respeto. Os mantendré informados de toda la experiencia...-------------------------------------------------------------------------------- Follow @DeborahFMu