El día que salí del agua

Por Vega Rot @devueltaalagua

Es curioso esto de las redes sociales… Cuando empecé con este tema conocí el Club de las Malas Madres, como ya he comentado alguna vez, y dentro del club a su creadora, Laura, que en este momento está a punto de dar a luz, si no lo ha hecho ya…

Conocer es una manera de hablar. Más bien le empecé a leer. El caso es que ha ido contando detalles de su embarazo, su recta final, lo que se está haciendo esperar su segunda buenahija… Y lo hace tan bien, que me tiene en ascuas, enganchada a Twitter para ver si habemus bebe o no. Y estos días, viendo sus comentarios me ha hecho recordar mi situación hace algo más de cinco años, cuando yo estaba igual, desesperada por que naciera [A.]. Y no era tanto las ganas de ver su carita y todas esas ñoñerías que se suelen decir. ¡Es que estaba harta de estar embarazada!. Lo reconozco abiertamente, no me gusta nada estar embarazada. Tiene sus cosas buenas, claro, pero eso que dicen muchas que es el estado ideal de la mujer va a ser que no, al menos no para mi. Así que aprovechando estas reflexiones, os voy a contar la noche en que nació [A.]. Este post va dedicado a todas esas parturientas novatas que se pasan el día buscando información de nacimientos y partos en Internet y sólo encuentran historias truculentas (a mi me pasó…). Y a Laura.

Mi primer parto fue genial, el top-parto lo definiría yo. Estaba de 41+5 (eso si que fue un horror). Empecé con contracciones hacia la hora de la cena, de la cena de mi marido, porque yo ese día, me la salté… Dolía, si, pero he tenido reglas peores, así que era soportable, sobre todo porque pasaba rápido. A eso de las 12 de la noche, cuando ya tenía las contracciones cada 4 minutos o así nos fuimos el papa y yo mano a mano al hospital. Me atendieron enseguida y nos llevaron a una sala de dilatación donde estábamos solo nosotros, con poca luz y mucha tranquilidad. Ya estaba bastante dilatada, así que me dieron la opción de ponerme en ese momento la epidural. La verdad es que no me dolía tanto como para eso, pero pensé que igual luego pasaba algo y no me la podían poner, así que no quise perder la oportunidad que me ofrecían. Apareció enseguida Anabel, una anestesista encantadora que en un periquete me quitó el dolor de las contracciones. Le acompañaba una enfermera que me ayudaba a poner la postura correcta para insertar la aguja, que me hablaba con tanto cariño como si fuera mi madre, increíble. Una vez acabaron con la epidural yo ya estaba en la gloria, tanto que hasta me dormí un buen rato. Solo me despertaba cada vez que aparecía por allí la matrona que seguía mi parto, vigilando como iba la dilatación. Yo creo que además de la anestesia me dieron algo, porque estaba como en una nube, aunque igual eran las hormonas, no se. Pero recuerdo esa noche como super agradable, durmiendo a ratos, hablando con mi marido, pero muy tranquila.

A eso de las 8 de la mañana yo seguía en mi estado de felicidad cuando vino la matrona y  me dijo que ya era hora de que saliera la enana, y que sobre todo se acababa su turno y no quería irse sin conocer al bebe. Así que me llevaron al paritorio, que estaba en otra zona de la misma habitación y en un periquete tenía a [A.] encima. Justo ahí empezó mi vida “fuera del agua”. Y mi vida con [A.].

Si alguien quiere compartir su experiencia en los comentarios adelante, pero por favor, abstenerse historias de terror. Esas las dejamos para cuando cuente el parto de [C.]. Esa es otra historia.