El día señalado

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

Hay fechas que tienen un sabor especial, que quedan grabadas en nuestra memoria y son siempre una referencia y un impulso vital. Hoy celebramos una de estas ocasiones, la que tuvo lugar en Ávila un 24 de agosto de 1562. Teresa de Jesús ve por fin realizada la fundación del pequeño monasterio de San José. Hoy damos la voz al cronista de la Orden, Francisco de Santa María, y dejamos que sea él quien nos traiga el recuerdo de esta fiesta:

«Estando, pues, ya todas las cosas dispuestas, dijo la primera Misa y puso el Santísimo Sacramento en su sagrario el Maestro Daza, a quien el obispo dio sus veces, así para esto como para todo lo demás concerniente a esta acción, de quien dependía la vida, ser y conservación de este hijo que a Elías y a toda la Iglesia nació.

El día señalado fue a veinte y cuatro de agosto en que se renueva la memoria de aquel grande Apóstol que no solamente dio su hacienda sino su piel por Cristo, año de 1562, presidiendo en España Felipe II el Prudente, en la Orden el Reverendísimo Nicolao Audet y en la Iglesia de Ávila el Ilustrísimo Señor Don Alvaro de Mendoza.

Dicha la primera Misa y puesto el Santísimo Sacramento, salieron a la reja del nuevo Monasterio las cuatro novicias vestidas de jerga basta y grosera, color negro natural que el español llama pardo y el francés buriel; cubiertas las cabezas de un lienzo basto no blanqueado, como muertas al mundo, los pies descalzos como hijas de los Apóstoles, ordenado todo por el espíritu y prudencia de la Santa reformadora.

Admitiolas a la Orden del Monte Carmelo con obediencia al Obispo, según las ceremonias del Ordinario Carmelitano, el maestro Daza, y ellas ofrecieron guardar la Regla primitiva de San Alberto, Patriarca de Jerusalén, según declaración de Inocencio IV.

Halláronse presentes dos religiosas de la Encarnación que habían venido en compañía de la Santa Madre, y eran primas hermanas suyas, Dª. Inés y Dª. Ana de Tapia. Fueron también presentes al acto Gonzalo de Aranda, Julián de Ávila, Francisco de Salcedo, Dª. Juana de Ahumada y Juan de Ovalle, que gozaron este día del fruto de los cuidados viendo puesto el Santísimo Sacramento.

Vestidas las monjas, y formado ya convento a pesar del infierno, que tanto había procurado estorbarlo, la santa Madre no se desnudó entonces el hábito antiguo de la Orden, porque no tenía licencia del Provincial, y sin ella no quiso mudar temerosa de no desagradar a Dios en su Prelado, a cuya obediencia había profesado».

 Reforma de los Descalzos, T. I, lib. I, cap. XLIV

Aquel 24 de agosto no fue solo un punto de partida para un diminuto grupo de mujeres reunidas en torno a Teresa de Jesús; fue el comienzo de una aventura espiritual que, desde San José de Ávila, se extendería a tantos lugares y corazones. Al volver sobre estas páginas, además de hacer memoria, reconocemos la semilla de vida nueva que sigue alentando a quienes, como entonces, buscamos a Dios con verdad y sencillez, en esta familia religiosa.