Llegamos por fin a la "Pregunta Mayor": ¿por qué los membrácidos tienen semejante tórax? Prácticamente desde los tiempos de Darwin se generalizó la idea de que la causa es la selección natural: el insecto mejora su camuflaje al romper su silueta mediante excrecencias del tórax, con lo cual los pájaros lo confundirán a menudo con alguna espina o cicatriz foliar, así que cazarán menos individuos cuanto mejor imiten éstos su entorno vegetal. Resultado: imitaciones perfectas de espinas y otros órganos de plantas. Así, los membrácidos se convirtieron en un clásico de libro de texto para ilustrar la evolución del camuflaje. Sin embargo, incluso hoy en día hay quien pone en duda esta explicación. Si esas prolongaciones mejoran el camuflaje, dicen, ¿por qué entre los membrácidos hay formas que, aparentemente, no sólo no se asemejan a nada que rodee al insecto sino que llaman la atención sobre la planta (pinchad, por favor, en alguno de los vínculos anteriores)? Los que dan mucho peso a esta crítica y a otras sugieren que los membrácidos no son un caso de camuflaje originado por selección natural, sino una caprichosa explosión evolutiva en la que la forma del pronoto, básicamente, no influye en la supervivencia. El enorme desarrollo de ese primer segmento del tórax se achaca a una vieja idea que ya fue esgrimida por los detractores de Darwin en el S. XIX: la ortogénesis, según la cual la evolución sigue tendencias independientes de la selección natural (en este caso, complicar el pronoto) a veces hasta lograr incluso órganos tan exagerados (hipertelia) que perjudican al ser vivo. El ejemplo habitual de ortogénesis hipertélica son las astas gigantes del alce irlandés, a las que Stephen Jay Gould dedicó uno de sus siempre curiosos ensayos.
Por lo visto, no hay pruebas irrefutables a favor o en contra del papel de la selección natural en el caso de los membrácidos... Me quedo, pues, con mi propia experiencia de las tardes junto a las retamas, y os aseguro que no es nada fácil encontrar a estas discretas cigarrillas: aun sabiendo lo que busco, las cicatrices de las hojas me confunden una y otra vez. ¿Por qué para un pájaro no habrían de ser igualmente difíciles de detectar? Para nuestro "Diablo Mediano", desde luego, yo apostaría por la selección natural... (¡pero no demasiado!).