Tratarde analizar la ópera prima de cualquier director a posteriori invita siempre a sacar elementos que luego vamos a ver más claramente en su cine. No en todos los casos es igual. Cada autor en su obra de iniciación carga las tintas sobre aquello que estima le puede ser más rentable para su futura carrera.
Spielberg tenía 24 años cuando afrontó el reto de este su primer largometraje. Encuadrado en una generación de jóvenes de gran formación académica y que había aprendido mucho del lenguaje de la televisión, Spielberg puso mucho de su apuesta en Duel en la prioridad del montaje. Para algunos demasiado y para otros lo preciso para crear esa atmósfera asfixiante que la historia requería. No obstante, si viéramos detenidamente la película acabaríamos llegando a la conclusión de que la maestría de Spielberg no está tanto en el artificio del montaje como en los planos en que vemos en su integridad lo que pasa. Ejemplo de esto es el momento en que tomado desde el interior del túnel vemos aparecer por la boca del mismo la amenazante presencia del camión al que luego se le enciende los faros como si fueran los ojos de una persona.
Apenas cuatro años después de esta película Spielberg hizo Tiburón(Jaws, 1975), una película que tiene mucho que ver con ésta porque el tiburón juega el mismo papel que el camión en Duel. Para mi gusto en Tiburón Spielberg ya no tenía que demostrar que era un buen cineasta y redujo el montaje a lo imprescindible. Además aunque todos supiéramos que el tiburón era una pieza construida teníamos la misma sensación de miedo aunque estuviera en plano general. En cualquier caso Tiburón pasará a la historia del cine como una de las mejores películas del último cuarto de siglo. En mi caso he de decir que en aquel verano del 75 los baños ya no fueron lo mismo, la sombra del tiburón acechaba por allí.
Volviendo a Duel es necesario hablar sobre el punto de vista. En ocasiones vemos cómo el punto de vista es diverso lo que descoloca un poco al espectador. Incluso a veces toma el punto de vista del conductor del camión, algo que es imposible porque el conductor no existe como personaje de la misma. También es verdad que estos equilibrios formales no parecían importarle demasiado a Spielberg. Incluso en algunas escenas llega a saltarse el racord. Es posible que él estuviera pensando que en ese año 71 el público de su película estaba más que educado en el cine moderno de la época, muy apoyado en el lenguaje televisivo.
El metraje fue estirado por exigencias comerciales ya que inicialmente la película duraba 71 minutos. La alargaron hasta la hora y media lo que obligó a repetir planos o mostrar planos semejantes tomados con cada una de las cinco cámaras diferentes que se usaron. Creo que sobran cosas que no interesan demasiado. Por ejemplo, el personaje interpretado por Dennis Weaver nos atrae por su peripecia con el camión no por lo que le suceda en su vida privada. La escena del bar, de casi catorce minutos, para mi gusto está demasiado alargada. Es evidente que ni a la historia ni al público le interesa si él localiza en esa escena al conductor del camión porque si lo hiciera la película tomaría otro rumbo que no deseaba Spielberg. El anonimato del conductor le da una potencia superior a si le pusiéramos cara.
El título original de Duel es mucho más riguroso que el que le pusieron los distribuidores en España (El Diablo sobre ruedas). Eso es lo que es la película, un duelo rodado a veces como si fuera un western. El encararse Dennis Weaver en mitad de la carretera al camión y caminar acercándose a él es un claro ejemplo. El uso de la carretera como un elemento más de la historia, en espacios abiertos, también le acerca al western. Incluso Dennis Weaver está como Gary Cooper solo ante el peligro.
Cuarenta años después esta película nos sigue alimentando cuando tenemos que analizar el cine de Steven Spielberg.
VALENTÍN RUBIO SUÁREZ