Todos los grandes directores han empezado de algún modo, y Steven Spielberg, tal vez uno de los mejores cineastas de todos los tiempos, no es diferente a ellos. Él también fue joven una vez, sin medios ni recursos para crear esas alucinantes películas que, quieran algunos admitirlos o no, han cambiado la forma en la que vemos el cine y han creado cientos de imágenes míticas que permanecerán para siempre en la memoria del público.
Pero ahora ha llegado el momento de echarle un vistazo a su primera película, no a su primer trabajo como director, ya que trabajó en alguna serie, pero de alguna manera, ‘El Diablo sobre ruedas’ es una película importante en su filmografía, la muestra de que un tipo como él tiene el talento en las venas y que con dos coches, una carretera abandonada y un solo actor es capaz de hacer una película impresionante que debería ser estudiada en todas las escuelas de cine y por todos los aspirantes a cineastas del mundo.
La idea es muy sencilla, sacada de un relato de Richard Matheson, y nos cuenta la historia de David Mann, un hombre sencillo vestido de una forma un tanto pasada de moda que tiene por delante un largo viaje por carretera. Es en esto cuando se topa con un camión oxidado que expele una nube de humo denso y negro, que no va a dejarse adelantar así como así, y que, cuando David le sobrepase, se tomará la situación como algo personal, acosándole a lo largo de la carretera y del desierto en una persecución interminable que conforma la totalidad del metraje. No hay diálogo, salvo algún pequeño encuentro con los habitantes de un pueblo semiabandonado, que están tan colgados que parecen sacados de una película de David Lynch. Da igual lo que David haga, el camión siempre está ahí, y su conductor, el sádico que quiere acabar con él, siempre escondido entre las sombras.
Esta es una película pequeña y a la que no se le puede sacar mucho más partido. Podríamos hablar de la escena de la cafetería, la única en la que hay más interacción con los demás, o de los niños del autobús escolar, que contribuyen a crear un ambiente opresivo. Pero creo que sin duda lo que más impresiona es el propio camión. Un automóvil tan normal como cualquier otro, pero de una forma que le hace diferente a todos los que jamás verás en una película. Huyendo del tan manido color negro, su aspecto oxidado y sucio es muchísimo más amenazador. Y es sorprendente lo que un chico sin apenas experiencia logró hacer con ese camión, lanzándolo por un barranco al final del film y creando un único plano espectacular, lejos de los efectismos de la actualidad o de la sobrecarga de efectos especiales. Una muestra de que el que tiene talento, es capaz de sacar oro de cualquier sitio y crear un telefilm de tanta calidad que acabó estrenándose en cines. Un pequeño relato de terror que involucra a un hombre, un coche, y un conductor que no se deja adelantar.
El comienzo del mayor genio del cine actual.