NOTA DEL AUTOR:
He trabajado diez años como periodista y siempre me cayeron gordos esos tipos que no encajaban bien las preguntas en las entrevistas. Sin embargo, he de reconocer que después de la publicación de mi primera novela (‘El año que fui valiente’), me he sentido a menudo (siempre) irritado a la hora de tener que responder a dos cuestiones: “¿De qué va el libro?” y… “¿Es autobiográfico?”.
En cuanto a la primera cuestión, parece evidente que de lo que digas depende que el interlocutor compre o no la novela, lo cual no me preocupa en demasía (porque el trabajo de comercial de tu propia obra es como el Purgatorio de la ‘Divina comedia’), pero sobre todo odio la pregunta porque es complicado resumir un par de centenares de páginas, así que suelo decir eso: “¡Uffff! Es complicado de decir”. Y entiendo que el otro piense que se te han subido los humos, pese a no haber vendido más de doscientos ejemplares. Tal vez debería decir que va de sexo, drogas y rock and roll, pero creo que quedaría igualmente reduccionista y no sé si se me pillaría la ironía.
Y esto nos lleva a lo que quería explicar (para prepararme a responderlo en el futuro, tras la publicación de esta ‘El diario del hachís’): ¿Por qué una ciudad imaginaria? ¿Por qué Septonia y no Ceuta? Bueno, no puedo negar que Septonia está inspirada en Ceuta (ciudad en la que viví felizmente dos años y medio trabajando como periodista) y que el tema de la novela es la relación entre el poder y los medios de comunicación, pero quiero resaltar que (al igual que la primera novela) se trata, en suma, de una ficción. Es cierto que hay sucesos de la vida ceutí que inspiran el libro, pero vuelvo a remitirme a mi teoría sobre la escritura autobiográfica de ficción. En cualquier caso, no es un relato de no-ficción. Cuando así lo sea, lo dejaré escrito explícitamente. Lo prometo.
Después de lo dicho, si quieren considerar a Tomás Pamfiérrez (el protagonista de ambas novelas) mi alter ego, están en su derecho, pues ha salido de mis entrañas, pero no lo hagan al pie de la letra, por favor.
Santander, 18 de septiembre de 2011
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