35/50
¿Qué haces cuando al comienzo de tu vida adulta te diagnostican un extraño tipo de cáncer que reduce tus posibilidades de sobrevivir a la mitad? Seguir viviendo.
Los problemas con tu pareja no se evaporan, tu mejor amigo sigue siendo un pesado y tus padres, un estorbo. Nada de eso cambia, simplemente le has de añadir una nueva circunstancia que irrumpe de golpe en tu vida y cuyas ramificaciones sólo alcanzas a comprender a base de decepciones, traiciones y una nueva perspectiva sobre las cosas. Pero sigues llorando, sigues riendo y sigues viviendo.
Y eso es lo que hace Adam, el protagonista de esta película que no me atrevo a catalogar en ningún género, puesto que hacerlo sería quitarle gran parte del mérito. Lo que sí quiero dejar claro es que ni es un drama, como podría hacernos suponer el argumento, ni tampoco es la comedia que se ha intentado vender al público. Es simplemente un vistazo a la ventana del vecino, de un tipo normal y corriente que tiene que (o mejor dicho, trata de) adaptarse a una importante novedad en su vida.
Gran parte de la credibilidad y encanto del film lo tiene su elenco protagonista, encabezado por un Joseph Gordon-Levitt que está fantástico y con el que resulta imposible no conectar. Destacan también una estupenda Bryce Dallas Howard, una irreconocible Angelica Houston o un Seth Rogen que sorprendentemente no resulta insoportable, a pesar de que lo intenta.
Lo que más me ha gustado de 50/50 es, vuelvo a insistir, la apuesta por el constumbrismo hasta sus últimas consecuencias. Donde otros creadores suelen caer (pues es lo fácil) en el morbo, lo siniestro, el humor negro o directamente en la pornografía sentimental, la película dirigida por Jonathan Levine evita caer en los tópicos y se limita a hacernos partícipes de la historia de un tipo cualquiera, con una enfermedad posiblemente terminal cualquiera, que sigue viviendo.
Lee lo que Paula Pérez dice de esta película