El dilema de IU en Andalucía

Publicado el 15 junio 2013 por Jackdaniels

El problema de Sánchez Gordillo no es que tenga la manía de mostrar en público sus desavenencias con la dirección. Nada de eso. El problema es que pueda tener cierta razón y canalice las quejas de la militancia en un momento en que las direcciones políticas tampoco es que estén como para tirar cohetes en sus relaciones con las bases.
Puestos a analizar en términos de coherencia, Gordillo no anda muy descaminado. Encarnación Milla, la portavoz de IU en el Ayuntamiento de Carmona que encabeza la lista alternativa impulsada por la gente del alcalde de Marinaleda, lo expresó de manera muy tajante en rueda de prensa. “No podemos gestionar recortes mientras gobernamos y a la vez movilizarnos en las calles para combatirlos, es una contradicción”, afirmó.
Y no le falta razón. Debe de ser un trago de difícil digestión para un político que afirma representar a la clase obrera encontrarse en el Parlamento andaluz con los trabajadores de Delphi y aguantar que te recriminen y tilden de traidor, acusándote de haberlos abandonado a su suerte. Gordillo reconoció ante la prensa el fuerte impacto que le provocó vivir esta situación.
De ahí que el líder jornalero pida con contundencia un referéndum entre las bases que ratifique la actuación de la formación al frente del Gobierno autonómico. La federación de izquierdas está intentando articular un mecanismo participativo para que sus bases canalicen el descontento que puedan tener. Es uno de los debates más sesudos de esta asamblea.
Parece claro que los presupuestos de la Junta de Andalucía para 2014 pasarán antes por la criba participativa de las asambleas de base de IU. Lo que todavía no se sabe a ciencia cierta es cómo se canalizarán las aportaciones de los militantes para que acaben en forma de propuestas a negociar con el socio de gobierno. Parece ser que la vía por la que se opta es una comisión encargada de encajar las propuestas recibidas en el documento a negociar con el PSOE.
Esta no es una cuestión baladí, puesto que el presupuesto del año próximo no saldrá del cuerno de la abundancia. Todo lo contrario, se acepta como algo incuestionable, ya que en el próximo ejercicio la Junta se verá obligada a aplicar nuevas políticas de ajuste. Es una cuestión de aritmética, como asegura un destacado dirigente de la formación de izquierdas.
Pero la gente no acaba de asimilar muy bien aquello de la “política de resistencia” que pregonan desde la cúpula. Sobre todo porque la parte más dura de soportar esa resistencia siempre recae sobre los mismos. Sobre los que ya están hartos de aguantar, o de resistir, como se dice ahora.
Esta pirueta de equilibrismo político casa bastante mal con la pretensión de convertirse en el eje articulador de una gran mayoría social que empuje el cambio radical que este país necesita, tal y como pretenden. La dualidad de hacer política en las instituciones y movilizarse en la lucha en las calles no es de fácil combinación. De no conseguirlo, pocas salidas se vislumbrarían con más claridad que una posible ruptura del pacto de gobierno.
Es el oxímoron que cuadra el círculo que ahora deben resolver quienes marcan los pasos de una organización política que no para de crecer en expectativas de voto y a la que todos auguran un futuro más relevante aún del que desempeña en estos momentos.