Estos vídeos son la presentación de dos planteamientos operísticos distantes por repercusión, ubicación y difusión, pero muy próximos en el tiempo. La apertura de la temporada supone para el Teatro alla Scala un acontecimiento social y político. Social porque las entradas mas caras a mas de 2000 euros están al alcance de pocos y es una ocasión para presumir de estatus y tal vez para recaudar ingresos para la financiación de la temporada. Política porque suelen asistir casi todos los miembros de las instituciones gubernamentales, aunque este año el Presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, no asistió para demostrar, supuestamente, su desaprobación por el hecho de que fuera Wagner y no Verdi (se celebra el bicentenario del nacimiento de ambos) el compositor elegido para esta apertura. El motivo de esta elección es que Barenboim, el director titular, siente más afinidad por el primero que por el segundo y no era cuestión de correr ningún riesgo añadido en un santuario “verdiano” como la Scala.
Para la ocasión, se contó con Claus Guth para la puesta en escena. El director alemán hizo “su Lohengrin” no tanto el de Wagner. Los cantantes, encabezados por Jonas Kaufmann, de primera, aunque hubo sustitución de última hora y algún desfallecimiento vocal aislado. Las repercusiones fueron: unanimidad favorable respecto a Kaufmann y Barenboim y matizaciones sobre el resto de participantes.La difusión se llevó a cabo por transmisiones en cines, radio y canales de TV.La pregunta que queda en el aire es: ¿es este un planteamiento elitista de la ópera?...
En el caso del Palau de Les Arts, las circunstancias son las que son y para la propuesta de La Bohème se contó con un reparto joven, equilibrado y entusiasta. Una puesta en escena a cargo de Davide Livermore, fiel al libreto, funcional y no exenta de atractivo. La baza de los cuerpos estables del teatro (orquesta y coro) de reconocido prestigio y la batuta de Riccardo Chailly que no se prodiga mucho dirigiendo óperas y que aceptó el reto de ofrecer una visión nueva de la obra. Esto es un tanto a favor para el coliseo valenciano en el aún corto y titubeante camino recorrido desde sus inicios ya que supone el debut operístico en España del director milanes.La repercusión ha sido, a nivel local, muy favorable y favorable para ambos directores (orquestal y escénico), matizaciones para los cantantes y pleno consenso por las altas prestaciones de orquesta y coro.La difusión parece asegurada ya que según las últimas noticias se va a editar en los soportes audiovisuales que actualmente imperan en el mercado. Tal vez el hecho de que se grabaran las últimas funciones hizo que los resultados obtenidos en estas, fueran aún mejores que el día del estreno, cosa que yo constato, ya que pude asistir el 18 de Diciembre.
La ópera en Valencia necesita crearse un público fiel, o más bien incrementarlo, para dar soporte a estas nuevas temporadas y el papel de la taquilla es fundamental para dar argumentos a los responsables del gobierno, tanto central como autonómico, para que den soporte a lo conseguido en estos breves años.La política de descuentos emprendida favorece este camino, sobre todo para los jóvenes que quieran adentrarse y descubrir una nueva manera de disfrutar de la música y el teatro. La media de la edad de los asistentes es “preocupantemente” alta y si se quiere corregir esto y afianzar la idea que el Palau de Les Arts es para todos y que no se vea como un costoso patrimonio de una elite, habrá que seguir un tiempo por la vía de ofrecer espectáculos atractivos, de calidad y que consigan llenar el recinto. Ya llegarán tiempos más propicios para consolidar propuestas más arriesgadas, como las hubo anteriormente.Dulce espera para algunos y más dulce disfrute para todos.