La Matute, como la gusta que la llamen empezó así: «Sospecho que no soy la primera en decir que nunca, durante la larga travesía de mi vida (salpicada, por cierto, de abundantes tempestades), imaginé que llegara a conocer un día como éste. Y, junto a la inmensa alegría que me invade, debo confesarles que preferiría escribir tres novelas seguidas y veinticinco cuentos, sin respiro, a tener que pronunciar un discurso, por modesto que éste sea. Y no es que menosprecie los discursos: sólo los temo. Mi incapacidad para ellos quedará manifiesta enseguida, y, por tanto, me permito apelar a su benevolencia. Pero antes deseo hacerles partícipes de mi agradecimiento: este premio lo considero como el reconocimiento, ya que no a un mérito, al menos a la voluntad y amor que me han llevado a entregar toda mi vida a esta dedicación.»
Tras decir esto el lugar se llenó de los aplausos de los asistentes, desde el Rey hasta la Ministra, todos la felicitaron con ese gesto su labor a la literatura. Para concluir confieso que me quedo con esta frase: “El que no inventa, no vive” que la autora se inspiró en una frase de San Juan.