“En el mundo de hoy, sujeto a grandes transformaciones y sacudido por
cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca
de San Pedro y anunciar el Evangelio es necesario también el vigor,
tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha
disminuido en mí”No
tener preocupación alguna sobre quién se siente en la Silla de Pedro
hace que uno mire todos estos asuntos vaticanos con una lejanía
enriquecedora. Incluso cae en la cuenta de que ese distanciamiento es el
mismo con el que se encara la ficción. A esa visión hedonista de las
cosas, crecida al modo en que crecen los vicios que se alimentan y se
cuidan, contribuye el hecho de que los protagonistas de la trama son
asombrosos--- sigue en Barra Libre.