El discurso daba comenzaba así: Lo cierto es que dejé a mi abuelo en su casa de Las Cruces, en la costa chilena, rodeado de libros. La mayoría de ellos son versiones y estudios del Quijote, pero hay también algunos libros de la biblioteca de Don Quijote, como, por ejemplo, los seis tomos de La araucana, de Alonso de Ercilla. Y hay varias enciclopedias abiertas sobre las mesas y los sillones, con las páginas más importantes señaladas con bolsitas de té en reciclaje. Para continuar narrándonos los poemas y antipoemas que escribió su abuelo:
Después comenzó el poema Yo soy el individuo, donde en algunos tramos se emocionaba con la lectura, e escogido un fragmento del mismo:
yo soy el individuo. Luego vinieron sequias, vinieron guerras, tipos de color entraron al valle, pero yo debía seguir adelante, debía producir. Produje ciencia, verdades inmutables, produje tanagras, di a luz libros de miles de páginas, se me hinchó la cara, construí un fonógrafo, la maquina de coser, empezaron a aparecer los primeros automóviles, yo soy el individuo.
Después le siguieron otros de gran calidad, profundos y bien seleccionados para la ocasión, como El hombre imaginario o La neurosis no es una enfermedad… algunos de ellos con un toque irónico. Para concluir de esta forma tan curiosa y especial:
En estos momentos y a la distancia, mi abuelo se formula la siguiente pregunta: