Me acerco hasta las páginas de José Bergamín, escritor a quien no he frecuentado demasiado, y hacia el que dudo que cambie de actitud, porque me marea y decepciona. Esta vez he recorrido su obra El disparate en la literatura española (Renacimiento, Sevilla, 2005), que me ha provocado un grave estrabismo mental y guiños frecuentes de desaprobación. Creo que Bergamín era una especie de “palíndromo intelectual”; es decir, un pensador que leía al derecho, que interpretaba en diagonal y que escribía al revés. Total, un galimatías para los lectores. Acierta de vez en cuando, porque es imposible no acertar cuando se dice todo; pero no le veo atractivo por lado alguno, por más que me esfuerce. Para escritores paradójicos con más talento ya tenemos a don Miguel de Unamuno, francamente. Me ha gustado que utilice, para definir al licenciado Vidriera de Cervantes, la fórmula “paradójico suicida inmortal” (p.42), aunque entiendo que le cuadraría mejor al filósofo Cioran. Y ya está. El resto es una pura fanfarria de petardos, pingaletas y memeces, que lo mismo pueden ser verdad que mentira. O quizá al revés. Hacen falta mejores ideas y mejor expresadas para provocar mi admiración. Y para que repita con un prosista. “La escopeta es el instrumento de la bala”.
Me acerco hasta las páginas de José Bergamín, escritor a quien no he frecuentado demasiado, y hacia el que dudo que cambie de actitud, porque me marea y decepciona. Esta vez he recorrido su obra El disparate en la literatura española (Renacimiento, Sevilla, 2005), que me ha provocado un grave estrabismo mental y guiños frecuentes de desaprobación. Creo que Bergamín era una especie de “palíndromo intelectual”; es decir, un pensador que leía al derecho, que interpretaba en diagonal y que escribía al revés. Total, un galimatías para los lectores. Acierta de vez en cuando, porque es imposible no acertar cuando se dice todo; pero no le veo atractivo por lado alguno, por más que me esfuerce. Para escritores paradójicos con más talento ya tenemos a don Miguel de Unamuno, francamente. Me ha gustado que utilice, para definir al licenciado Vidriera de Cervantes, la fórmula “paradójico suicida inmortal” (p.42), aunque entiendo que le cuadraría mejor al filósofo Cioran. Y ya está. El resto es una pura fanfarria de petardos, pingaletas y memeces, que lo mismo pueden ser verdad que mentira. O quizá al revés. Hacen falta mejores ideas y mejor expresadas para provocar mi admiración. Y para que repita con un prosista. “La escopeta es el instrumento de la bala”.