Papel Prensa: la alianza entre los tres diarios y las tres armas
Después de reunirse con Magnetto y Mitre, Gallino interrogó a Lidia Papaleo
Publicado el 26 de Septiembre de 2010
No le dijeron nada. Sólo que se vistiera. Rápido. Con la ropa que le dieron. Era el 11 de abril de 1977. Lidia Papaleo de Graiver, de 33 años, estaba desnuda, hambrienta y dolorida por los golpes y torturas que había recibido. Debía cambiarse a las apuradas, como podía, con el dolor que la carcomía, por tener cada miembro dislocado cuatro veces; y los pechos, el abdomen y los genitales quemados. Al general de brigada Oscar Bartolomé Gallino no le importaba nada de eso. Por el contrario. Tenía que cumplir con su plan macabro. Había dado la orden para que la sacaran del calabozo y la sentaran frente a él. Iba a interrogarla.
El hombre que ostentaba el poder de mando en los centros clandestinos de detención había planificado ese interrogatorio desde por lo menos dos días atrás. Así lo detallan los documentos secretos que Tiempo Argentino reveló, en los que el represor dejó asentada la reunión con los directivos de Clarín, La Nación y La Razón, y la confección de los interrogatorios para ser efectuados el 11 de abril. Precisamente ese día en que Lidia tenía frío cuando la sacaron de su calabozo.
Gallino había sido preciso: “A las 8 horas y cuarenta minutos concurren a producir sendos informes el señor secretario de Industria, doctor (Raymundo) Podestá, los presidentes de los directorios de los diarios La Nación, Clarín y La Razón (…) En la misma fecha, a las veinte horas se preparan los interrogatorios a tomar el once de abril.” La duda sobre quiénes eran los representantes de los diarios quedó despejada por una consulta al Boletín Oficial. Héctor Magnetto, Bartolomé Mitre y Patricio Peralta Ramos tenían ese cargo. Pero hasta hoy no se sabía a quién iba a interrogar Gallino el 11 de abril, ni sobre qué tema. Los documentos secretos que este diario da a conocer después de 33 años de ocultamiento lo aclaran: el represor quería interrogar a Lidia Papaleo sobre los bienes que se habían declarado en la sucesión por la muerte de su marido, quería tener la radiografía del emporio económico, los encuentros que había mantenido la mujer desde su llegada a la Argentina, y a nombre de quiénes estaban las acciones de Papel Prensa.
Las preguntas se sucedieron a lo largo de dos días. Gallino era impiadoso. Lo habían elegido Jorge Rafael Videla, Carlos Guillermo Suárez Mason y Ramón Camps, el temido jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, para que “investigara” a los Graiver. Entre los diplomas del general de brigada se destacaban la cacería de militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que habían intentado copar el cuartel de arsenales Domingo Viejobueno, en Monte Chingolo; y su cargo de subdirector del centro clandestino de detención El Tolueno, en la fábrica militar de Campo de Mayo.
La saga de documentos que registró la burocracia criminal empezó el 6 de abril de 1977, cuando el inquisidor dejó asentado el inicio de “su trabajo”: “Siendo las ocho horas, y de acuerdo con la orden del Jefe del Estado Mayor General del Ejército (Videla), efectúo mi presentación ante el señor Comandante del I Cuerpo de Ejército, General de División Carlos Guillermo Suárez Mason, a quien quedo subordinado ‘en comisión’, el que me imparte la orden verbal de instruir la prevención que determina el artículo 1° de la ley 21.460, a fin de investigar las vinculaciones que con la Organización Político Militar Montoneros pueda tener el llamado ‘Grupo Graiver’, orden que será ratificada por escrito. En consecuencia, y en este acto, inicio la sustanciación de la prevención.”
Antes de estampar su firma, presente en una veintena de fojas en varias causas archivadas por los distintos poderes del Estado, Gallino dejó constancia de las diferentes reuniones que mantuvo, a qué hora y con qué motivos. Ese mismo día 6 de abril de 1977, a las 15 horas, inició la secuencia. Recibió en su despacho “al señor ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires, al señor Fiscal de Estado de la provincia de Buenos Aires; al señor presidente del Banco Provincia, quienes aportan contribuciones al tema de investigación.”
A las 18:30, recibió al torturador de Lidia Papaleo, Ramón Camps. Y según se remarca en un documento que lleva el sello de “secreto” impuesto por el “Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas”, Suárez Mason lo visitó “a fin de interiorizarse de la situación”. La “situación” eran los Graiver, Lidia Papaleo y los empleados y amigos del grupo, humillados y torturados.
Gallino sentó uno a uno a los victimarios del grupo económico, a los militares y civiles asociados en el despojo de Papel Prensa.
El 7 de abril de 1977, a las 8 de la mañana “el oficial preventor” se presentó en “la Dirección de Seguridad de la Zona Metropolitana” para que las víctimas ratificaran, “ante mi presencia, sus declaraciones policiales”.
Vale aclarar que todos esos dichos fueron arrancados por Camps picana en mano. La maquinaria de la muerte y el saqueo estaban en marcha. Los Graiver serían despojados de sus derechos ciudadanos y económicos. ¿Cómo se lograría? Suárez Mason lo responde por escrito: Gallino debía instruir “la prevención sumarial en averiguación de las vinculaciones que con Montoneros puede mantener el denominado Grupo Graiver.”
Después de leer la ratificación por escrito de la orden de Suárez Mason, a las 16:30, y con las confirmaciones de los interrogatorios dadas por Lidia Papaleo, Juan e Isidoro Graiver, Silvia Fanjul y Lidia Gesualdi en la mano, Gallino se reunió con Magnetto, Mitre y Peralta Ramos. ¿El motivo? “La adquisición del paquete accionario del Grupo Fundador de Papel Prensa”.
Al día siguiente, el 8 de abril, Gallino vuelve a reunirse con Suárez Mason para recibir “las actuaciones que instruyó la Dirección General de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (Camps) en averiguación de las actividades cumplidas por el Grupo Graiver en relación con Montoneros, que consta de 97 fojas útiles.”
Antes de firmar, Gallino deja constancia de que “me invoco al estudio de dichas actuaciones”.
El 9 de abril, a las 8:40 horas, se reúne nuevamente con la pata civil del plan. “Concurren a producir sendos informes, el secretario de Industria (Raymundo) Podestá, los presidentes de los directorios de los diarios La Nación, Clarín y La Razón, acompañados de sus letrados, que son adquirentes del paquete accionario del ‘Grupo Fundador’ de Papel Prensa, que representa el 26 por ciento del paquete accionario.”
En el memorando, agrega que “a las quince horas concurren el presidente y vicepresidente del Banco Central, y presidente del Banco de la Nación Argentina, para considerar la situación del Banco Comercial de La Plata y Banco Hurlingham (creados por David Graiver)”.
Es entonces cuando se detalla la prevención final: “se preparan los interrogatorios a tomar el once de abril”. En ese interrogatorio determinado con días de anticipación, la viuda es obligada a contar cómo había conocido a su esposo y pormenores del matrimonio que ambos contrajeron en los Estados Unidos el 18 de diciembre de 1975. El acta de Gallino refleja sólo lo que previamente los torturadores le habían arrancado con la picana a Lidia Papaleo: los múltiples llamados anónimos que recibió en Acapulco para que se desprendiese de todos sus bienes y la conexión financiera entre David y los 17 millones de dólares de los Montoneros.
Gallino quería conocer la historia con precisión. Lidia le explicó que había vuelto al país, desde México, el 16 de septiembre de 1976. Que su marido había muerto al desplomarse un avión el 7 de agosto de 1976, en vuelo desde Nueva York hacia Acapulco. Que la familia Graiver decidió volver a Buenos Aires. Que apenas puso pie en la Argentina intentó en vano refugiarse en el departamento de su madre sobre la Avenida Alvear, en Recoleta, y que se había entrevistado con Alejandro Agustín Lanusse.
Lo que no quedó registrado durante el interrogatorio es que el 22 de septiembre, es decir apenas seis días después de llegar, Lidia le escribió una carta a Jorge Rafael Videla pidiéndole una audiencia para solucionar sus problemas: “Con el propósito de expresar la grave preocupación que invade mi ánimo, ante la campaña de infundios originados en fuentes extranjeras (…) con los cuales se intenta mezclar el nombre de mi recientemente fallecido esposo, David Graiver”.
Gallino pudo leer la carta tiempo después, ya que fue incorporada al expediente el 24 de octubre de 1977, es decir, casi un año más tarde de que Lidia la escribiera. “Siento como mi deber asumir la tarea de mantener limpia la memoria de mi esposo, así como también defender mi propia personalidad moral y la de nuestra pequeña hija. Solicito por medio de la presente audiencia, a fin de exponer en forma personal y para darle una apreciación real en que nos hallamos”, consigna el documento.
Videla nunca la atendió. La estrategia del dictador era otra. Poco después quedó en evidencia, cuando el 8 de marzo se puso en marcha el “Operativo Amigo”, con el secuestro de Juan Graiver, el padre de David, a quien consideraron “cabecilla”. Siguieron con Lidia Papaleo, Lidia Gesualdi y Silvia Fanjul el 14 de marzo; Eva Gitnacht de Graiver (la madre), Isidoro (el hermano), tres días después, y Jorge Rubinstein, el apoderado general de la familia. Finalmente, el 12 de abril también fue arrastrado por un grupo de tareas Rafael Ianover, vicepresidente de Papel Prensa.
Ese era el marco de terror del que fueron partícipes los tres diarios, Clarín, La Nación y La Razón. Esa es la “seguridad jurídica” que reinaba. El plan sistemático de apropiación de Papel Prensa había comenzado, en rigor de verdad, antes del golpe del 24 de marzo de 1976, tal como explicó Isidoro Graiver en la entrevista realizada el 11 de junio pasado con este diario. El origen del despojo es lo que ideó Martínez de Hoz, intelectual del golpe y enemigo declarado de los Graiver, quienes eran uno de los principales resortes de la Confederación General Económica (CGE), cuya creación había impulsado José Ber Gelbard, ex ministro de Juan Domingo Perón.
Gallino no quería escuchar nada de esto. Quería profundizar sobre el supuesto vínculo con Montoneros. Lidia, dolorida por la tortura, dio todos los detalles que pudo: “A fines de octubre o principios de noviembre de 1976, se apersonó a la deponente en sus oficinas de la calle Suipacha una persona que se identificó como el doctor Paz y cuya descripción la dicente ya ha realizado en sus declaraciones policiales y las que se ratifica y a las que se remite.” Las mismas que Camps y Etchecolatz le habían arrancado mediante tortura.
Recién a las 21:47 Gallino dijo basta. “El Señor Oficial Superior dispuso suspender este acto para continuarlo en la oportunidad que lo determine.” Ordenó que la volvieran a llevar a su celda. Lidia lo recuerda: “Hacía mucho frío. En la celda no se podía estar parada, porque el techo era bajo”. Estaba destrozada, aseguró en diálogo con este diario.
Cuando creyó que por ese día todo había terminado, oyó que la puerta de metal se abría. “De pronto me vienen a buscar –explica Lidia–, me abren la puerta. Una mujer estaba pariendo en el pasillo. Querían que fuera a ayudar. Pero no podía del dolor. Tenía los pechos, el abdomen y los genitales quemados. Escuché que la madre gritó el nombre y el apellido de la beba, creo que era Victoria, pero no me acuerdo bien.”
Después, Lidia oyó que seguía el protocolo de la apropiación: “Le dijeron a la madre que iban a lavar a la beba, que ya la traían, pero no la vimos nunca más. Ya en democracia, me llamó la hermana de la mujer que dio a luz y dije todo lo que recordaba. Esa mamá está desaparecida” (ver recuadro).
Como es de esperar, el interrogatorio de Gallino nada dice al respecto. Sólo da cuenta de que “en la ciudad de Banfield (es decir el Pozo de Banfield), a los doce días del mes de abril, siendo las 16:30 se reabre el acto con Lidia Elba Papaleo.” Para ser claros, el apriete.
Para Gallino la preocupación de la jornada era el expediente sucesorio y los bienes declarados en esa causa. Le preguntó a Lidia. El primer bien que mencionó como declarado la viuda fue Papel Prensa, después siguió con el Banco Comercial de La Plata, el Banco de Hurlingham y un departamento en la calle Darragueyra, de Capital Federal. Uno a uno, Gallino le pidió que desglosara nombres de empresas y personas, accionistas y empleados. Encuentros y acuerdos. Lidia contó que se había encontrado con Lanusse, Bernardo Neustadt, y Jacobo Timerman, por Papel Prensa y las acciones del diario La Opinión.
Cuando ya había pasado más de una hora de interrogatorio, Gallino disparó una pregunta amplia para que Lidia completara “la nómina de las personas que visitó a su regreso a la Argentina”. La mujer aprovechó para aclarar que había mantenido “frecuentes entrevistas” con Francisco Manrique, funcionario de Agustín Lanusse y mano derecha de Pedro Eugenio Aramburu en la llamada Revolución Libertadora de 1955. “Solía aconsejarla que tuviera cuidado, porque podría ser víctima de una extorsión por un millón de dólares; esto se lo dijo en los últimos meses y la deponente supone que estaba referido a Papel Prensa, con motivo de su venta.”
Gallino la escuchó. Siguió preguntando. Quería precisiones. “Qué empresas integran EGASA, contestó: Banco Comercial de La Plata, Papel Prensa SA, Electroerosión, Metropol, Vechea, cincuenta por ciento de las acciones del diario La Opinión, cuarenta por ciento de las acciones de Canal 2-La Plata, cincuenta por ciento del diario Última Hora, Fundar, Construir, distintos campos cuyos nombres desconoce”, continuó Lidia.
Estuvo horas completando la nómina. Gallino insistió sobre Papel Prensa: “preguntada quién forma parte de la sociedad de Papel Prensa, dijo: que hay acciones a nombre de David Graiver, Galería Da Vinci y el señor Ianover”.
Suficiente para Gallino: “en este estado, siendo las 18, el oficial superior, dispone dar por finalizado el acto, no teniendo la declarante nada más que agregar, quitar o enmendar, firma de conformidad la compareciente con el señor oficial superior Preventor”.
Ahora se sabe. Los interrogatorios que se prepararon para ser tomados el día 11 de abril, después de que Gallino se reuniera con Mitre, Magnetto y Peralta Ramos, eran para Lidia Papaleo, en el Pozo de Banfield, sobre el emporio económico del Grupo Graiver y Papel Prensa.
Quedó todo documentado.
Sólo resta que la justicia de la democracia se expida sobre este caso, que aún hoy surca la historia de los argentinos, como una sombra de sangre.
Las reuniones de Gallino
El 6 de abril de 1977, el general de brigada se presentó ante Suárez Mason, quien le encargó investigar los vínculos de los Graiver con Montoneros. Después, se reunió con Ramón Camps.
El 7 de abril, con las ratificaciones de las declaraciones hechas por todos los detenidos, se sentó con Héctor Magnetto (Clarín), Bartolomé Mitre (La Nación) y Patricio Peralta Ramos (La Razón).
El 8 de abril, volvió a reunirse con Suárez Mason para recibir las actuaciones hechas por
Camps.
El 9 de abril concretó una nueva reunión con Magnetto, Mitre y Peralta Ramos. Produjeron “sendos informes”. Armó los interrogatorios “para el 11 de abril”.
El 11 de abril interrogó a Lidia Papaleo sobre el emporio económico Graiver y Papel Prensa.
Victoria, la hija de María Castellini, nacida en medio de los interrogatorios
Publicado el 26 de Septiembre de 2010
La hermana mayor de Victoria Petrakos, Clara, suele recordar que se crió con su abuelo y su tía en la zona de Merlo, en el Gran Buenos Aires. A los 18 años comenzó a preguntar qué le había sucedido a sus padres María Eloísa Castellini y Constantino Petrakos. Ambos militaban en el ERP, cuando el 11 de noviembre de 1976, siendo ella una beba, una patota llegó al jardín de infantes El Palomo, donde trabajaba María Eloísa, para llevarla secuestrada. Desde entonces está desaparecida, al igual que su Victoria, que nació en el Pozo de Banfield durante abril de 1977.
En una entrevista con Tiempo Argentino, Lidia Papaleo recordó que luego del primer interrogatorio a que la sometió Oscar Gallino –el 11 de abril de 1977– una mujer dio a luz una beba. “Tenía mucho coraje y gritaba su nombre”, recordó. Esa mujer era María Eloísa, y los represores querían que Lidia los ayudara en el parto, algo que no consiguió hacer: a causa de las fortísimas torturas, le era imposible moverse.
El 10 de abril cayó Domingo de Pascua y los torturadores no encontraban médico.
En el parto anterior, el 2 de abril, Isabela Valencia fue llevada personalmente por el médico Jorge Bergés para que la joven tuviese a su bebé. En ese caso, el calvario de Isabela comenzó en Quilmes y siguió más tarde en Banfield. La partera y la médica que le avisaron del parto a la familia de la víctima fueron secuestradas por la dictadura.
Por su parte, el mismo día en que se llevaron a María Eloísa, los Petrakos volvieron a ver el rostro de los represores. Querían detener al papá de Clara, Constantino, y para eso se quedaron toda la noche en la casita de Merlo, saqueándola, en presencia de la tía y el abuelo de Clara, que no pudieron hacer nada para liberar a María Eloísa –a quien vieron mal de salud y torturada–.
Hoy, Clara Petrakos busca datos para saber dónde y con quién está Victoria.
No pierde la esperanza de que al hacer circular su propia foto y la de sus padres, Victoria pueda reconocer el parecido y animarse a resolver su pasado para así reencontrarse con ella, después de tantos años de sufrimiento y memoria.
La “discrepancia” del ex fiscal Strassera
Publicado el 26 de Septiembre de 2010
El 6 de febrero de 1986, el juez federal Miguel Guillermo Pons “absolvió libremente a Lidia Elba Papaleo e Isidoro Graiver, del delito de asistencia económica de actividades subversivas, por el que fueron acusados”.
En ese acto, Pons ponía negro sobre blanco y reparaba la injusticia que había cometido la dictadura con los Graiver y Papaleo.
El 17 de abril de 1986, el entonces fiscal de Cámara Julio César Strassera presentó un escrito de una carilla y media en que reflejaba su oposición a que Lidia e Isidoro recuperasen la libertad después de haber sido despojados, vejados y torturados por los genocidas y sus tribunales militares.
Strassera comenzó fundamentando su posición: “La sentencia absuelve libremente a Lidia Elba Papaleo e Isidoro Miguel Graiver por entender el señor juez que el hecho descripto en la acusación ha sido desincriminado por la ley 23.077 que derogó el artículo 225 del Código Penal. Al respecto debo decir –escribió Strassera– que discrepo con esa decisión judicial. En efecto en el escrito de acusación sostuve que ambos procesados, por las razones de hecho allí expuestas, habían puesto a disposición de la organización subversiva Montoneros aproximadamente la suma de 17 millones de dólares.”
En el párrafo final, tras sopesar los cambios de la ley penal en relación a la etapa dictatorial, Strassera dijo: “Propongo la revocación de la sentencia apelada y que se condene a Lidia Papaleo y a Isidro Graiver como autores del delito previsto y reprimido en el ar-
tículo 225 a la pena de cinco años de prisión, accesorias legales y costas.”
El 12 de septiembre de 1986, los camaristas Ricardo Gil Lavedra y León Arslanian resolvieron confirmar el fallo apelado por Strassera y dispusieron la absolución de Lidia Papaleo e Isidoro Graiver del delito de asistencia económica de actividades subversivas por el que fueron acusados.
De esa forma, se desmoronaba de a poco la complicidad del poder económico con los socios civiles de la dictadura, que desde los diarios hegemónicos edificaron la propaganda de la dictadura con la anuencia judicial.
PUBLICADO POR EL DIARIO TIEMPO ARGENTINO EL 26 DE SEPTIEMBRE DE 2010
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