Formo parte de un grupo en facebook que se llama “PARTO HUMANIZADO EN CORDOBA“. Su administradora compartió este espectacular artículo, el cual está lleno de sabiduría. Espero que lo disfruten tanto como lo hago yo.
El dolor y el parto Y parirás con dolor… “A la mujer dijo: multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces; con dolor parirás los hijos;”… Génesis Cap.3 Vers.16
Con esta frase, enuncia el primer libro bíblico, el castigo proferido por Dios a toda mujer, como consecuencia del conocimiento de su desnudez y su sexualidad. El mandato divino condena así a la mujer occidental, a parir con dolor y temor. La sentencia profética ha impactado en nuestra cultura y se ha popularizado, cuántas veces, cuando queremos referirnos a alguna situación difícil y dolorosa de atravesar decimos …¡esto es un parto!! Miles de años pasaron de la reprimenda de Dios a Eva y muchos esfuerzos se han realizado por conjurar los fantasmas del sufrimiento femenino.
“Parto sin temor y sin dolor” ha sido el leimotiv que iniciara los primeros movimientos de la llamada psicoprofilaxis obstétrica. Los recursos se multiplicaron de la mano de los avances tecnológicos, alejándonos, de la posibilidad de observar y reflexionar sobre los significados que para cada mujer tienen sus dolores y sus temores que sí existen en su realidad. La ciencia y la tecnología funcionan en este caso haciéndose cargo, responsabilizándose, por aquello que le acontece a cada mujer en su parto: “no tengas miedo, no vas a sentir nada ”
Los invito por un momento a pensar en esta posibilidad: ¿si cambiamos el modo de parir y nacer, cambiaríamos el modo de sentir la vida? El miedo y la ansiedad alrededor del dolor del parto se transmite de generación en generación, fundado en sistemas de creencias, mandatos familiares, hábitos culturales y disposiciones personales.
Los dichos y consejos se escuchan por bocas de madres, abuelas y tías bienintencionadas: “las primerizas sufren más”, “el embarazo a veces se pasa tranquilo pero te queda lo peor, el parto”, “si te quejás ahora vas a ver cuando llegue el momento del parto”. Se habla de “los dolores del parto” no de las contracciones, entonces surge la recomendación: “el dolor es insoportable, decile al médico que te coloque anestesia”. “No tengas miedo, no vas a sentir nada ” . La anestesia peridural, constituye el recurso actual por excelencia contra el dolor, a pedido de las parturientas y muchas veces impuesto por los actores médicos.
Recurso utilizado indiscriminadamente, por rutina, que provoca una disminución en la capacidad de las mujeres de recrear sus estrategias personales para transitar los momentos de ansiedad, temor, sorpresa y también de dolor en los que el parto las coloca. Un profesional médico se preguntaba hace poco tiempo en una entrevista: ¿si colocamos anestesia por un dolor de muelas por qué no colocarla para el parto? ¿Que significa esta comparación? ¿Es lo mismo sacarse una muela que parir un hijo? ¿Estamos hablando del mismo dolor?.
No, absolutamente no, el parto no es enfermedad, ni infección, ni supone extracción. Cada mujer tendrá su respuesta ante el dolor. Porque cada una habrá dotado de un significado distinto al dolor de su parto: por su historia personal y por la construcción de tolerancia al mismo.
Es claro que los fenómenos biológicos desencadenados en el parto, vinculados a la dilatación en el período expulsivo y al recorrido del niño por la vagina y el interior de la pelvis hasta su salida por la vulva, provocan estímulos y reflejos que son percibidos por la conciencia con la sensación descripta como “dolor”.
El malestar generado y el alerta frente al desagrado, mueven a la imaginación por caminos, que sólo en la intimidad de cada mujer se pueden explicar. Tal vez el sentimiento de desgarro físico y más profundamente el temor a la pérdida y a la muerte sean los pilares del desaliento frente al dolor. Es válido frente a tales angustias el requerimiento al quehacer médico de la anestesia peridural, y es bueno que así sea, sólo y exclusivamente para quienes sienten el pánico frente al desborde producido por el dolor.
Pero qué cuentan las madres después de atravesar una experiencia en que la anestesia fue una imposición médica: cuentan que alguien se apropió de su deseo y que les han robado la posibilidad de sentir. No sólo de enterarse de qué se trataba ese dolor, sino de la oportunidad intuída, de experimentar en el parto sensaciones placenteras.
“No tengas miedo, no vas a sentir nada “, si anestesiamos el dolor otras sensaciones también se anestesian. Existe un grupo de mujeres que piden explorar sus posibilidades, su tolerancia, que no necesitan se les imponga la rutina de la anestesia. Son esas mamás que quieren descubrir su postura más cómoda para parir y no verse condenadas a estar acostadas con las piernas colgadas. Mujeres que quieren conectarse con esas sensaciones íntimas y a partir de esa comunicación consigo misma idear y recrear estrategias para tolerar el dolor y dotarlo de nuevos significados.
La posibilidad de una preparación alternativa a la que se ofece tradicionalmente, es el camino de un reencuentro con esos nuevos significados, en los que el dolor es desplazado de la conciencia hacia un lugar de menor angustia. La opción de deambular duranto el parto en un ámbito que no recluya a la mujer a la posición acostada y que favorezca la adopción de posiciones más apropiadas. La inmersión en agua cálida en el propio hogar, agregará en el período dilatante una sensación de alivio importante.
El acompañamiento de un equipo profesional cuidadoso, respetuoso y afectivo, le permitirá a la pareja de padres encontrar juntos maneras de estar, que harán del dolor del parto, una sensación tolerable. Es necesario, llegado este punto, establecer una distinción muy clara entre el significado de sufrimiento y de dolor. Surge esta cuestión, por el frecuente decir de espectadores de una parturienta: “cuánto está sufriendo”, “no la hagan sufrir”, o los varones que dicen “no la puedo ver sufrir a mi mujer”. Y también, considerando los temores femeninos, que como hemos mencionado, vienen de tiempos lejanos: “yo no quiero sufrir en el parto”. El sufrimiento es un sentimiento vinculado, la mayoría de las veces, a la íntima sensación de soledad, de ausencia de acompañamiento, de la falta de calidez de un cuerpo a cuerpo afectuoso y solidario, que impulse a ensayar caminos para tolerar el dolor. Durante el parto muchas veces, son los propios dispositivos médicos los que aislan a una mujer de ese contexto tan necesario, y provocan que el dolor se transforme en sufrimiento.
El dolor es sólamente una percepción que acompaña a una sensación física. El parto es una experiencia de crecimiento personal para la madre, para su hijo, para el padre, para todos. La posibilidad del dolor, exacerba nuestros temores y limitaciones y nos enfrenta con ellos. Esto, hace al carácter crítico de ésta experiencia, que se constituye en una oportunidad para ser aprovechada. Frente a esos sentimientos, se requiere la búsqueda de solidaridad, de afecto y de confiar en las propias posibilidades, las del propio cuerpo, las de las emociones y las de los instintos.
Quienes acompañamos este proceso, debemos inhibirnos de decidir qué es lo que le conviene a cada mujer, y no confundirnos con nuestra propia ansiedad de controlarlo todo: a los demás, a la propia naturaleza, a nuestros propios fantasmas. En base a sus expectativas frente al dolor, cada mujer hará una elección personal e intransferible del tipo de parto que desee.
La experiencia del dolor en el parto puede ser un punto de partida para un aprendizaje, para aquellos que estén dispuestos a desafiarlo y un punto de llegada hacia un mundo de nuevas sensaciones por explorar.
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