Traducción: Carmen Montes
Mientras Patrik investiga el asesinato de una joven brutalmente torturada, Erica trabaja en un libro sobre un crimen sucedido décadas atrás. Poco a poco ambos casos empiezan a unirse.
Puede ser muy fácil o muy difícil reseñar una novela de Camilla Láckberg. Fácil porque todas tiene una estructura y desarrollo tan similares que casi se pueden intercambiar. Difícil, porque apenas se puede decir algo que diferencie una de otra aparte de los nombres de los personajes.
El domador de leones (un personaje secundario cuya importancia en la trama no parece suficiente como para dar título a la obra) es la novena entrega de la serie de novelas protagonizadas por Erica Falck y Patrik Hedström en Fjällbacka, un pueblo costero de pescadores que existe en realidad y en el que, en la ficción, se comenten muchos crímenes.
Como es habitual en la autora, las vidas de los protagonistas son una parte importante de la historia, el hilo conductor de las sucesivas entregas de la serie y una de las claves del posible enganche a la lectura de las novelas. Erica, Patrik, sus hijos, Anna y Dan (la hermana de ella y su pareja) Kristina (la madre de él) y todos los compañeros de trabajo del policía suelen tener sus propias subtramas, algunas veces domésticas, otras dramáticas, si bien en esta ocasión la mayoría de ellas están desdibujadas (solo destacan Anna y Dan intentando recomponer su relación y Kristina), como si el relato de la crianza de los tres hijos de la pareja, con sus pequeños problemas ya conocidos de las novelas anteriores, fuera suficiente para sostener la parte personal de la obra.
Si bien la redacción parece haber mejorado hasta convertirse en correcta, al igual que la traducción, la autora mantiene el mismo esquema que la ha hecho conocida y que tanto parece agradar a sus lectores habituales: caso del presente relacionado con caso del pasado, que se cuenta, en esta ocasión de forma muy breve, en pequeños pasajes escritos en cursiva.
También se conserva el recurso (pobre y engañoso) de no contar lo que alguno de los protagonistas averigua mientras realiza sus entrevistas o interrogatorios hasta que la autora considera conveniente comunicarlo, creando, hasta entonces, esa sensación de intriga y de querer avanzar para saber qué ocurrirá. Y, por supuesto, se mantiene la poco creíble coincidencia de que todo esté relacionado y los personajes (por lo general Erica) se den cuenta de ello y trabajen junto en la resolución de todas las tramas.
La inclusión de muchos personajes, la mayoría de los cuales parecen tener algo que ocultar, contribuye a crear intriga y a especular sobre quién puede haber hecho qué y por qué motivo, consiguiendo que la novela, que se estanca en su parte central, cobre interés en su último tercio o algo menos debido a la proximidad de la resolución de los diversos misterios que se han ido creando hasta entonces.
La sucesión de revelaciones sorpresivas, unas más convincentes que otras, hacen imposible deducir todo lo que sucede antes que los protagonistas (incluso ellos se quedan sin saber algunos detalles) se mantiene casi hasta la última página, incrementando el interés de la última parte de la narración.
En resumen, una novela más de Fjällbacka, que se diferencia de las anteriores en la relativa mejora en la redacción y en que, para variar, los protagonistas acaban más o menos bien, sin ese cebo dramático que ha alimentado la espera de otras entregas. Es de suponer que satisfará a sus incondicionales.
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