Yo me creia que de esto de los beseler ya estaba curado, pero ¡hombre!, uno ve en una librería un libro que viene avalado por ventas masivas ¡chino! y lo compra. Y va nutrido de páginas además, ¡qué bien!.
Luego, pasados los primeros ardores literarios, comienza a pensar que cinco millones de chinos no son tantos pa-todos-los-chinos-que hay, así que quizá como aval 5 M chinos
no sea suficiente. Esto comienza uno a considerarlo ya cuando lee la primera parte, que es así como la introducción genealógica a los ancestros, legítimos y putativos, del susodicho; que en adelante conoceremos como Rong Jinzhen, a la sazón genio de las matemáticas donde las haya que, después de ser acogido por un profesor universitario, acaba descifrando códigos secretos para el régimen de Mao.
En eso de los códigos se ocupa la parte central del libro: pero no planteando retos o descubriendo el proceso deductivo. Noooooo. No vaya a ser que se emocionen: elucubramos sobre el aspecto filosófico y lo paranormal de estos espías, que acaban todos tarados por el esfuerzo.
Y tras enormes y estériles circunloquios sobre el código PÚRPURA (sic) acabamos concluyendo sobre el casi imposible proceso de descifrar el código NEGRO (sic otra vez).
Ya sé que no entienden nada, pero peor me he quedado yo que lo he leído. Y eso que acaba con una no despreciable (en extensión) parte que parece un tractatus filosofía oriental en diez días.