Zapatero tenía perdidas las elecciones del 2004, pero la explosión de los trenes madrileños, todavía no aclarada, cambió el puñado de votos suficiente para convertirle en Presidente. A partir de entonces, comenzó su mandato, la peor tragedia para España desde la Guerra Civil de 1936.
---
El "Zapaterismo" no puede explicarse sin los atentados del 11 M, los más sangrientos y conmovedores de la reciente historia de España. Aquellos atentados no sólo lo convirtieron en un presidente elegido por el miedo, sino que crearon en la conciencia española el vacío moral y el desasosiego político necesarios para que el demoledor "Zapaterismo", con toda su carga corrosiva de la moral y de la decencia, pudiera establecerse y prosperar.
Sin aquellos atentados, los españoles no hubieran soportado lo que Zapatero trajo consigo: la instauración de la mentira como política de gobierno, el uso del dinero público para comprar voluntades y votos, la ruptura de la igualdad en España, el endeudamiento enloquecido, el despilfarro, el decaimiento moral,el avance de la corrupción, la pérdida del prestigio internacional y una serie de errores y de políticas nefastas que dieron al traste con la riqueza acumulada por los españoles en las últimas décadas, convirtiendo al país en una inmensa fábrica de parados y de nuevos pobres.
Hay un ejemplo en la Francia de inicios del siglo XIX, cuando el cónsul Napoleón Bonaparte dominaba la vida política, que explica la casi nula resistencia de España ante el drama que representa Zapatero. La historia es la siguiente:
A finales del año 1800, el gobierno consular había redactado un proyecto de ley de tribunales especiales que pretendía hacer de la justicia un instrumento más de opresión política. La opinión pública se puso en contra y Bonaparte y su gobierno se asustaron y no se atrevían a aprobar la nueva ley. De repente, la noche del 24 de diciembre los realistas explosionaron un artilugio infernal en la calle Saint Nicaise cuando pasaba por allí la carroza del Primer Cónsul, camino de la Ópera. Bonaparte resultó ileso, pero 60 personas resultaron muertas o heridas. El atentado, primero en su género, causó una conmoción enorme en Francia, además de pánico. En medio de la confusión general, Bonaparte logró hacer aprobar la nefasta ley de tribunales especiales sin la menor dificultad.
La conclusión de aquella experiencia fue perfectamente captada y asumida por Bonaparte: "Un atentado brutal provoca en la opinión un vacío y un miedo que permite que las medidas gubernamentales más ignominiosas y las leyes más execrables puedan pasar tan furtivamente como el contrabando por las narices de aduaneros dormidos".
Durante algunos meses, la conciencia social francesa fue incapaz de reaccionar, pero después lo hizo con entereza e indignación. Algunos acusaron al gobierno de haber provocado el atentado y muchos historiadores confirman que aquellas acusaciones pudieron ser ciertas. Es un hecho que el siniestro Fouche, por entonces ministro de la policía, instruyó a los gendarmes revolucionarios franceses en el por entonces nuevo y tenebroso arte de los atentados terroristas prefabricados, que irrumpen en el momento oportuno para aterrorizar a la opinión.
Bonjamín Constant publicó un libro en 1814, después de la caída de Napoleón ("De l' esprit de conquête el de l' usurpation, dans leurs rapports avec la civilisation européenne"), en el que advertía a los ciudadanos de los peligros que amenazaban a la civilización bajo los nuevos gobiernos surgidos tras la Revolución.
El "Zapaterismo", cuyo gobierno en España ha estado cargado de cambios y de medias execrables, ha sido soportado por los españoles con una cobardía indescriptible, quizás como consecuencia del estupor y el miedo producidos por los trenes destruidos por las bombas y los cadáveres ensangrentados de Atocha.
Sin embargo, la misma historia demuestra que, una vez pasado el efecto paralizante del miedo y del estupor, las defensas se restablecen, la moral ocupa su espacio natural en la conciencia de la población y los opresores se ven obligados a retroceder y a abandonar su sucia labor de destrucción.