Hay quien se queda anclado a una de las fases intermedias, por lo general la de tristeza profunda o la de rabia. En el primer caso se produce una depresión que no se consigue superar y en el segundo encontramos ejemplares cabreados con el mundo, que es quien paga su disgusto. Son personas que no llegan nunca a la aceptación y, por lo tanto, no son capaces de superar la pérdida, sus vidas quedan en suspenso. Por lo general las personas que afrontan mejor los duelos son las que, a lo largo de su vida, se han enfrentado con valor a otro tipo de situaciones, las que, aún a riesgo de perder, han apostado por una posible alternativa mejor. Quienes se someten a las circunstancias suelen quedarse enganchados a uno de los estados.
Aceptar que alguien se ha ido es duro, lamentablemente lo sé por experiencia y he pasado por todas y cada una de las fases en cada caso. En algunas pérdidas se ha hecho más largo el proceso que en otras, pero en todas ha sido necesario pasarlas. En algunos casos la pérdida ha sido inevitable y en otros voluntaria, pero en todos he tenido que atravesar las seis puñeteras fases para llegar a aceptar que se puede vivir sin.