El duelo de un hijo

Publicado el 02 junio 2016 por María Bertoni

El segundo largometraje de Crespo se proyectará en el Malba los sábados a las 20, del 4 de junio al 2 de julio.

Eduardo Crespo nació en la localidad entrerriana de Crespo, y cuando se mudó a la Ciudad de Buenos Aires recaló sin proponérselo en el barrio de Villa Crespo. Estaba preparando un documental sobre la actividad avícola en su pueblo natal cuando le anunciaron la muerte repentina de su papá. Esa misma película también giraría alrededor de Crespo padre, veterinario especializado en la cría de pollos.

El guadañazo de la Parca le dio otro impulso al proyecto cinematográfico. De hecho Crespo (La continuidad de la memoria) es una aproximación al vínculo que los seres humanos sostenemos en el tiempo con nuestra familia y lugar de origen.

Cierta tensión entre destino y voluntad atraviesa el guión que Eduardo escribió junto con Santiago Loza y Ariel Gurevich. Por un lado, algunos acontecimientos son mencionados como indicios de un mandato superior (a los enumerados en la introducción de esta reseña, se suma un incidente casi mortal en el mar). Por otro lado, el film señala la posibilidad de enfrentar esos imponderables, y así evitar someterse totalmente a la tiranía divina o del azar.

EC se las ingenia para filmar a su padre; lo reencuentra en videos caseros, fotos, discos, libros, y en los recuerdos de su propia madre, ahora viuda. De esta manera, le rinde un tributo que habría resultado extemporáneo en el marco del proyecto original.

No es casual que el realizador le preste especial atención al scoutismo de su progenitor. En la puja entre destino y voluntad, la vocación de servicio y el gusto por la exploración inclinan la balanza a favor de la segunda.

La memoria como refugio mental contra el dolor que provocan las ausencias impuestas por el paso del tiempo y por la muerte constituye un segundo gran tema de este ejercicio eminentemente autobiográfico, aunque también atento a otra experiencia: la de un congénere y coterráneo que transita el duelo por el deceso de su propio padre. Sin dudas resulta conmovedor asistir al encuentro de estos dos varones adultos empecinados en mantener vivo el vínculo filial-paterno.

“La gente sólo muere cuando la olvidan”, escribió Isabel Allende en uno de sus libros (¿Paula o Eva Luna?). Más de un admirador de la autora chilena recordará esa frase cuando mire esta película.