Veinte años atrás, con el doble de pelo y la mitad de kilos; esa es la imagen con la que el destino me castigó ayer por la tarde cuando, inconsciente de mi, cometí el error, craso error, de abrir uno de esos álbum de fotos que deberían ser custodiados por un regimiento de alabarderos y guardados bajo siete llaves en el fondo del océano. La fotografía en cuestión corresponde al caluroso agosto de 1993 cuando, acompañado por dos amiguetes igualmente enfermos de fútbol americano, asistimos al primer American Bowl que aterrizaba en la Ciudad Condal. El encuentro no tuvo nada de particular y los 49ers dieron buena cuenta de los Steelers aunque para nosotros supuso nuestro bautizo de fuego en el mundo de la NFL y, al mismo tiempo, estar "cerca" de aquellos grandiosos jugadores que tantas veces habíamos visto por televisión.
La tarde del 24 de marzo de 1991, bajo una lluvia torrencial, veinte mil almas nos dimos cita en l'Estadi Lluís Companys para contemplar el debut oficial de los Barcelona Dragons, con victoria incluida frente a los New York Knights por 19-7. Unos días más tarde supe que el encuentro había sido retransmitido para todos los Estados Unidos, coast to coast, por la cadena ABC pero aquel día, sentado en la grada, bajo un paraguas sobrepasado en el cometido de contener las rachas ladeadas de agua con la que aquella inusitada tormenta tuvo a bien darnos la bienvenida al estadio, aluciné con aquellas moles humanas capaces de correr, bloquear, pasar o agarrar un melón proyectado a través del espacio; solo puedo añadir que el resfriado valió la pena. Aquella primera temporada pasaría al baúl de los recuerdos por dos factores: la gran afición que se descubrió en Barcelona y la final más catastrófica jamás jugada. Efectivamente, una de las cosas que más sorprendió tanto a los medios informativos nacionales e internacionales fue la asistencia media que el Estadi registraba (una media de entre 25.000 a 30.000 entradas vendidas, con asistencias de 49.000 espectadores!) y el ambiente de fiesta y camaradería con la que el público presenciaba los partidos; fue una imagen bastante recurrida por la prensa norteamericana.
Fue un golpe muy duro, si ya es jodido perder una final, hacerlo mientras te dan un baño, hay que reconocerlo, es mucho peor, pero los Dragons y sus seguidores, teníamos una moral a prueba de bombas y en nuestra segunda temporada caímos por un ajustado 17-15 ante quienes serían los siguientes campeones, los Sacramento Surge. Tras dos temporadas de juego los Barcelona Dragons, pese a no tener ningún campeonato, eran la franquicia con más victorias conseguidas.
A partir de ahí se inicia un duro camino de frustraciones. Se cuenta como los propietarios NFL decidieron bajar la persiana del invento por las grandes pérdidas económicas cuando, solo un par de años atrás fueron ellos mismos quienes nos convencieron de todo lo contrario; la idea era la de crear afición a un lado y otro del Atlántico. Así fue como la competición quedó limitada a Europa conservando las tres franquicias ya existentes e incorporando a los Amsterdam Admirals, los Scottish Claymores de Edimburgo y los Rhein Fire de Dusseldorf. Pero habían pasado cerca de 3 años y los daños no eran tan fáciles de reconstruir; nosotros, los aficionados vivíamos con un doble sentimiento respecto a un equipo que nos había ilusionado y unos ejecutivos que te daban un dulce y que justo cuando lo volvías a saborear, te lo quitaban de las manos. Así la asistencia media bajó a unos respetables 18.000 espectadores. El camino a partir de entonces alterna grandes alegrías con sonoras decepciones; curiosamente conseguíamos llegar a la World Bowl con una regularidad pasmosa: cada dos años. Conquistamos en una final inolvidable la World Bowl de 1997 venciendo a los Rhein Fire por 38-24 en Barcelona pero sucumbimos ante los Frankfurt Galaxy en 1999 por el mismo tanteo y también en el 2001 contra los Berlin Thunders por 17-24. La singladura acabaría para los Barcelona Dragons, por aquel entonces convertidos ya en una sección del Fútbol Club Barcelona al finalizar la temporada 2003.
Aquella WLAF y posteriormente la NFL Europe estaban bien montadas, combinando la experiencia que desde los USA llegaba con las ganas e implicación total de los staffs organizadores locales pero, a mi juicio, tenía dos puntos débiles que jugaron en su contra desde el principio: En primer lugar se echaba de menos algún tipo de rivalidad "local" y quizá fuera esta la razón por la que la experiencia continuó algunos años más en Alemania, país en el que finalmente se reunieron varias franquicias; en la etapa de la WLAF el reto era ganar a los americanos y así demostrar que desde Europa podía plantarse cara a cualquiera. En realidad era una sensación fictícia porque, como todos sabemos y de eso hablaré en el segundo punto, todos los jugadores eran importados, pero la afición que acudía al estadio ya lo daba por bueno porque nuestros dragons eran "de casa".
Eso sí, no dejaré pasar la ocasión de destacar a Vicenç Rodríguez, el primer jugador catalán en anotar un touchdown para los Dragons, a Xisco Marcos, el primer jugador español escogido por la franquícia, al líder en sacks de toda la historia de la franquicia, el LB número 91, Eric Naposki, a Jon Kitna, quarterback del equipo y posterior QB titular de Seahawks, Bengals y Lions (jugador en activo de los Dallas Cowboys), quien lanzó en 1997 más de 2400 yardas y, por último, al muro de la defensa Iván "Champi" Imbernón, con su dorsal número 66 retirado y siendo el primer español en realizar un sack en la NFL Europe
Vimos pasar a jugadores realmente malos, mediocres, buenos y muy buenos (Kurt Warner y Adam Vinatieri incluídos) y disfrutamos de la entrega de todos ellos y del espectáculo que nos ofrecieron... y aún no hemos olvidado al bueno de Jack!. Todo eso me permitió, ayer, en una muy calurosa tarde de agosto y contemplando una simple fotografía, sumergirme de nuevo en unos recuerdos de hace ya más de veinte años; echo de menos aquellos días y a Barcelona.
Visca els Dragons!.