Dos hermanas estadounidenses, Delia y Francie, pasan una temporada en París junto a su padre, un viudo jovial y bonachón que las deja ir y venir a su aire. Las jóvenes están en edad de merecer, aunque la primera, de mente analítica y aguda, no tiene ninguna intención de contraer matrimonio: no piensa renunciar a la independencia que le proporciona la soltería. En cambio, Francie, dulce y soñadora, «solía tener el aire de estar a la espera de algo, con una especie de divertida resignación, mientras en su cabeza zumbaban fantasías tiernas, tímidas, indefinidas» (p. 37). Esta última será el objetivo de los solteros que pululan por la ciudad, entre los que se cuenta Gaston Probert, un chico de familia norteamericana como ella, pero tan afrancesada que ha asimilado las costumbres del viejo continente. Y también conoce a George Flack, un espabilado periodista de dudosa calaña, que cultiva lo que ahora se llama prensa del corazón y se acerca a ella para conseguir información de la alta sociedad.
Henry James
El James de esta novela es un James divertido, irónico, alegre, ingenioso. Más amable y ligero que en Otra vuelta de tuerca o Los papeles de Aspern, pero no por ello menos inteligente o menos brillante en su estilo (no faltan esas flamantes frases largas que no me cansaría nunca de leer, ni sus diálogos, siempre ocurrentes, siempre magistrales). El autor cultiva la comedia para el placer del lector, que disfruta de un enredo contado de forma entretenida, pero también para examinar, con su tono ácido, los aspectos más oscuros del carácter de la persona (la pasividad de Francie, la brusquedad de Delia, las pretensiones de Flack, el atolondramiento de Probert) y de la sociedad en general. Nadie como James para penetrar en la psicología de los personajes y las costumbres de una época. El James de El Eco es, en suma, un James recomendable.