El Eco - Henry James

Publicado el 18 julio 2017 por Rusta @RustaDevoradora

Edición:Alba, 2001 (trad. Celia Montolío)Páginas:272ISBN: 9788484281023Precio: 15,00 € (minus: 11,00 € / e-book: 6,99 €)
Dos hermanas estadounidenses, Delia y Francie, pasan una temporada en París junto a su padre, un viudo jovial y bonachón que las deja ir y venir a su aire. Las jóvenes están en edad de merecer, aunque la primera, de mente analítica y aguda, no tiene ninguna intención de contraer matrimonio: no piensa renunciar a la independencia que le proporciona la soltería. En cambio, Francie, dulce y soñadora, «solía tener el aire de estar a la espera de algo, con una especie de divertida resignación, mientras en su cabeza zumbaban fantasías tiernas, tímidas, indefinidas» (p. 37). Esta última será el objetivo de los solteros que pululan por la ciudad, entre los que se cuenta Gaston Probert, un chico de familia norteamericana como ella, pero tan afrancesada que ha asimilado las costumbres del viejo continente. Y también conoce a George Flack, un espabilado periodista de dudosa calaña, que cultiva lo que ahora se llama prensa del corazón y se acerca a ella para conseguir información de la alta sociedad.Este es, a grandes rasgos, el planteamiento de El Eco (1888), una comedia de costumbres típica de Henry James (Nueva York, 1843 – Londres, 1916), que sigue la estela de obras anteriores como la espléndida Washington Square (1880). Digo que es un libro «típico» del autor porque condensa muchos de los motivos presentes en toda su producción, comenzando por el choque cultural decimonónico entre estadounidenses y europeos, representado en las familias de Francie y su pretendiente afrancesado. Este tema obsesionó a James, que sabía de lo que hablaba, pues fue un gran viajero y terminó adoptando la nacionalidad británica. La sociedad norteamericana, liberal, desenfadada, espontánea, frente al pudor de los franceses, cultos, refinados y elitistas, recelosos de lo novedoso, además de remilgados. Estados Unidos encarna un nuevo orden en eclosión, mientras que Europa muestra su declive con unos valores que en esta novela se ponen en evidencia y reciben un divertido azote.Otro motivo jampesiano por excelencia son las protagonistas femeninas, con un minucioso análisis de sus emociones: una hermana tierna y romántica, la otra más terca e insumisa. A diferencia de Washington Square, el padre no ejerce un control tiránico, sino que les da alas para tomar sus decisiones, mantienen una relación de afectuosa dependencia («Ellas eran su compañía pero él no era ni mucho menos la de ellas; era como si él las tuviese más a ellas que ellas a él», p. 32). En cuanto al sector masculino, con el periodista apuesta, como en Los papeles de Aspern (1888) y otros libros, por un personaje bohemio, en permanente tensión con su entorno: ¿respetar la intimidad de los demás o contar la verdad ante todo?, ¿qué papel ocupa la ética periodística?, ¿el escándalo está en los hechos o en el acto de hacerlos públicos? Se anticipan dilemas de la profesión que en la actualidad siguen vigentes, pero los aborda de una forma cómica, caricaturizando a Flack, el interesado buscador de noticias, que sigue una máxima visionaria: «Siempre voy con prisas. Vivo con prisas. Es el único modo de llegar a algo» (p. 13). James no desperdicia la oportunidad de reírse de su mundillo, aunque, ya se sabe, en lo cómico suele esconderse una crítica nada inocente.

Henry James

El James de esta novela es un James divertido, irónico, alegre, ingenioso. Más amable y ligero que en Otra vuelta de tuerca o Los papeles de Aspern, pero no por ello menos inteligente o menos brillante en su estilo (no faltan esas flamantes frases largas que no me cansaría nunca de leer, ni sus diálogos, siempre ocurrentes, siempre magistrales). El autor cultiva la comedia para el placer del lector, que disfruta de un enredo contado de forma entretenida, pero también para examinar, con su tono ácido, los aspectos más oscuros del carácter de la persona (la pasividad de Francie, la brusquedad de Delia, las pretensiones de Flack, el atolondramiento de Probert) y de la sociedad en general. Nadie como James para penetrar en la psicología de los personajes y las costumbres de una época. El James de El Eco es, en suma, un James recomendable.