El otro día, como saben, Inés Arrimadas apoyaba la prórroga del Estado de Alarma. Y la apoyaba, queridísimos lectores, en contraste con la negativa de Abascal y Casado. Este gesto, que a simple vista parece anecdótico, debe ser analizado. El Estado de Alarma, que algunos de nuestros elegidos confunden con dictadura, se promulgó por razones de emergencia. Aunque el bicho esté herido. Aunque hayan disminuido las muertes y contagios; lo cierto y verdad es que no se debería bajar la guardia. Y no se debería, como les digo, porque la mala hierba - como diría mi abuelo si levantara la cabeza - nunca muere. Sin vacuna sobre la mesa siempre estará presente el riesgo de repunte. Un riesgo que nos situaría en el kilómetro cero. Habríamos dado, como dicen por ahí, dos pasos adelante y tres hacia atrás. Aunque la protección de la salud sea un deber de los poderes públicos. Parece que algunos - y lo digo por Vox y el Pepé - no lo tienen del todo claro.
Al final, la partidocracia ha sacado la patita. Y la ha sacado porque por mucho que lo neguemos, los partidos barren para los suyos. Las derechas barren para los de arriba y las izquierdas para los de abajo. Unas velan por los intereses del mercado, por los empresarios y banqueros, y otras por los del Estado, por el proletariado. Y dentro de este rifirrafe, nuestro Gobierno es afín a las segundas. Así las cosas, tanto Casado y Abascal han decidido no seguir jugando con el equipo equivocado. Han decidido quitarse la careta. Una careta que les servía para pasear como lobos con pieles de cordero. Y una careta que, tras un mes de cuarentena, ha cedido a las presiones de sus clientes, sus votantes. Tanto Pablo como Santiago han dicho no a la prórroga del Estado de Alarma. No, a seguir con el confinamiento a pesar del riesgo de repunte. Y no, a seguir jugando al poli bueno en medio de la tormenta.
El sí de Arrimadas a la prórroga del Estado de Alarma cambia, de alguna manera, las piezas del tablero. Con este gesto, la líder de Ciudadanos coge fuelle en las tierras del candelero. Insufla aire a un partido agonizante y ubica a Casado en la vitrina del radicalismo. La discípula de Rivera devuelve a Ciudadanos el rol de justicieros. Un rol necesario para recuperar la identidad perdida y evitar, de una vez por todas, morir en el intento. El rédito electoral de la decisión de Arrimadas dependerá de la evolución de la curva de contagios. Si los contagios aumentaran. Si las primeras medidas de la desescalada no fueran tan buenas como parecían, Inés subiría como la espuma de la cerveza. Si, por el contrario, los contagios disminuyeran. Inés sería presa fácil para sus "socios", sus tiburones. Tiburones que no perdonarían su traición en medio de la emboscada. Una traición necesaria, y valiente, para que Ciudadanos se convierta, otra vez, en ese partido bisagra del multipartidismo. Una bisagra imprescindible para evitar la vuelta al turnismo galdosiano. Atentos.
Por Abel Ros, el 8 mayo 2020
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