Sobre la trabajada y merecida victoria de anoche frente a la correosa y cañera Holanda se pueden hacer muchas lecturas, algunas de ellas excesivas. Tratar de extender el éxito deportivo de la selección española, por muy brillante que sea, a otros ámbitos no deja de ser un brindis al sol. Podríamos decir que fue bonito mientras duró, pero nada más. No es cuestión de ser aguafiestas, pero ni la aparente unidad del país entorno a una bandera es real, ni tampoco lo es la sublimación del equipo como ejemplo identitario de España.
Embriagado aún, eso sí, por la fe del converso y aturdido por el narcótico efecto del balompédico opio del pueblo, tendré que empezar a admitirlo: solo hay un Dios verdadero: el fútbol y Vicente del Bosque es su profeta. Ah! y Zapatero el ministro de Deportes. ¡Enhorabuena España!
(foto Alejandro Ruesga. EL PAÍS)