Tanto José María Aznar como Esperanza Aguirre siempre han estado protegidos por las tintas de Pedro J., Ansón y Losantos
No las habría publicado, decía, porque el director de El Mundo nunca le haría semejante “putada” a su amiguito José María. Por ello, estimados lectores, no se equivoquen cuando etiqueten al periódico de Pedro J. como el buque insignia de la profesionalidad informativa. Desde sus comienzos, el principal rival de “El País” siempre ha sido el brazo mediático de Aznar y los suyos. Tanto el ex presidente del gobierno como Esperanza Aguirre han estado protegidos por las corrientes de opinión favorables, auspiciadas por Pedro J., Ansón y Losantos. El trío que se inventó la teoría de la conspiración en los atentados de Atocha con tal de “salvar el culo” – perdonen la expresión – al ilustre José María.
A Pedro J.: ¿Si Bárcenas le hubiese confesado que Aznar cobró sobresueldos del partidos, qué hubiera hecho?
Gracias a las “cuatro horas con Bárcenas”, el partido socialista ha encontrado la oportunidad de su vida para compartir con Pedro J. la cabeza de Mariano. Ahora bien, la improbable prosperidad de la moción de censura, anunciada por Rubalcaba, y la manifiesta decisión de Rajoy de “agotar la legislatura” –salvo que la presión mediática y judicial pueda con él – invita a la crítica a jugar a las quinielas y apostar por el futuro incierto de Hispania. Incierto decía, porque quizá el efecto Bárcenas favorezca más de lo previsible a las filas de la derecha.
En el supuesto de que Pedro J. consiguiese su trofeo – la cabeza de Mariano – ello no sería condición necesaria para la convocatoria de elecciones. La reelección del sustituto, por parte del hemiciclo, invitaría a don Juan Carlos a la investidura de un nuevo delfín – llámese Soraya, Montoro o vaya usted a saber – proveniente del poder absoluto de la derecha. La misma melodía pero con distinto director se repetiría, dos años después, desde la dimisión de Camps por el tema de los trajes. El “a rey muerto, rey puesto” seguiría insuflando oxígeno a las gaviotas hasta el fin de la legislatura.
En el hipotético caso, improbable donde los haya, de la convocatoria de elecciones, el PP – o sea el partido que nos gobierna – seguiría ostentando una amplia mayoría. No me baso en las encuestas sino en los principios sociológicos del comportamiento electoral y, si me lo permiten, en el sentido común. El efecto Bárcenas – atendiendo a la teoría de los grupos – serviría para cohesionar al bastión neoliberal ante el riesgo inminente de la pérdida de su cetro. Los signos de recuperación económica, la salvación del rescate y la “herencia recibida” compensarían el desgaste provocado desde los barrotes de Soto. La izquierda por su parte no lo tendría tan fácil para movilizar a un electorado desencantado y escarmentado por la política. La desmovilización de las bases, la falta de liderazgo de Rubalcaba, la “tierra de nadie” de Rosa Díez y el discurso utópico de Cayo harían que las grietas de la izquierda no consiguiesen hundir al nefasto buque de la derecha.
Mientras tanto, mientras jugamos a las quinielas, la lucha mediática seguirá su curso para ver quién es el guapo que levanta de su sillón al “barbas” de la Moncloa. Por un lado, Pedro J. seguirá inundando sus portadas hasta que la presión y el barro de la vergüenza hagan que caiga por sí mismo el líder de la derecha. Todo, no se equivoquen, con el único propósito –como he dicho antes- de devolver el cetro a Aznar y los suyos. Por otro lado, Marhuenda y Rubido – director de ABC – continuarán con su teoría de la conspiración con tal de salvar el pellejo a Mariano y que éste disfrute, muchos años, de la ocurrencia de José María. Por su parte, el diario El País seguirá buscando, entre los manuscritos de Bárcenas, hasta encontrar algún garabato que implique al ex presidente. Atentos.
Artículos relacionados:
Democracia de audiencia