El Efecto Dunning-Kruger: Los que se creen mejores que el promedio

Publicado el 31 octubre 2010 por Manuelgross

El Homo Arrogantis

Por Myriam López Blanco

 El mundo está gobernado por una especie de primates bípedos que se han bautizado a sí mismos como 'Homo sapiens sapiens' (del latín hombre sabio, sabio). Pero, ¿son realmente tan sabios? No, pero la mayoría cree que sí. Los niveles de inteligencia y de competencia varían a veces de forma abismal entre un individuo y otro.

Pero, lo más curioso -según una investigación realizada por un equipo de psicólogos sociales de la Universidad de Cornell , en Nueva York (EEUU)- es que los más ineptos son también los que menos habilidad tienen para reconocer su propia incapacidad.

El estudio se publicó en el 'Journal of Personality and Social Psychology' y, a través de los medios de comunicación, ha dado la vuelta al mundo.

Los autores -que ahora tratan de averiguar si se repiten los mismos resultados en otras culturas distintas a la occidental en las que la autoestima no se cultiva tanto- han explicado a SALUD los motivos que les llevaron a realizar este incómodo estudio y la respuesta que han recibido del público. Por otro lado, se relata el curioso parecido entre la incompetencia humana y una lesión cerebral, llamada anosognosia, en la que el paciente no es capaz de reconocer su parálisis.

Un trabajo incómodo de difundir

En un principio, sintieron cierto miedo de sacar el estudio a la luz. No es fácil decirle a la gente que no es tan buena como cree. “La cultura ha negado la habilidad de tener feed-back con los demás, especialmente con los menos capaces”, dice el doctor David Dunning , catedrático de Psicología de la Universidad de Cornell, en Nueva York, y director del estudio. “Si nos sintiésemos más cómodos dando ese tipo de información y también recibiéndola, una parte de los problemas de incompetencia desaparecería”.

Además, tenían otro motivo para estar recelosos de publicar el trabajo. “Las conclusiones del estudio sugerían que si habíamos hecho algo mal, no nos habríamos dado cuenta”, dice Dunning.

Este especialista lleva una década investigando por qué mucha gente tiende a valorarse a sí misma muy por encima de la media, y mantiene una imagen de sus propias habilidades, talento y moral que no pueden defenderse de ninguna forma. En una de sus investigaciones, por ejemplo, desveló que el 98% de los catedráticos de Universidad está convencido de que trabaja mejor que la media, “aunque es estadísticamente imposible que casi todo el mundo esté por encima de ella”, dice.

Los psicólogos llaman a este fenómeno el efecto por encima de la media. Numerosos estudios publicados en revistas de referencia -como el 'Journal of Personality and Social Psychology', o el 'Journal of Experimental Social Psychology' - han demostrado que estos mismos resultados se repiten en distintos ámbitos.

Los universitarios, también

Por ejemplo, se ha visto que buena parte de los estudiantes universitarios cree que tiene más capacidad de liderazgo, que se lleva mejor con sus compañeros y que tiene mayor dominio de la expresión escrita que la media.

Otro estudio, publicado en el 'Journal of Applied Psychology' , desveló que la mayoría de los directores de empresa se cree más capaz de dirigir que el típico director; y también muchos futbolistas piensan que son mejores jugadores que sus compañeros.

Volviendo al estudio de Dunning sobre la incompetencia, la idea de hacerlo surgió de varias personas que este psicólogo social había estado observando durante algunos años: ninguna de ellas parecía darse cuenta de que hacía las cosas mal.

Junto con la doctora Justin Kruger, de la Universidad de Illinois, diseñó un experimento en el que no se medía la fuerza o la habilidad manual, sino la intelectual y social. Los participantes -todos ellos universitarios que ganaron unos créditos extra por tomar parte en el estudio- pusieron a prueba su conocimiento, sabiduría y saber hacer en varias pruebas de razonamiento lógico, gramática inglesa y sentido del humor.

¿Cómo percibe su sentido del humor?

Según reconoce el propio Dunning, el test de humor era el más subjetivo. Consistió en puntuar una serie de chistes de “muy poco gracioso” a “muy gracioso” y comparar los resultados con las valoraciones que habían hecho previamente reconocidos humoristas de EEUU.

Finalizados los test, se les pidió a los participantes que dijeran cómo creían que los habían resuelto, sin darles a conocer los resultados. Tal y como era de esperar, los que estaban en la media pensaban que estaban ligeramente por encima de ella, algo que se ha calificado como una vanidad sana.

En cambio, los más brillantes, muy superiores a sus compañeros, estimaron que estaban por debajo. Pero lo más sorprendente de los resultados de este estudio, es que los que lo hicieron rematadamente mal eran los que tenían una imagen más distorsionada de sí mismos. De hecho, cuanto más inútil era el individuo, más seguro estaba de que hacía las cosas bien.

Un estudio muy completo

A lo largo de las 21 páginas que ocupa el trabajo, se describen detalladamente los métodos experimentales y el análisis estadístico empleado, con gráficos de fiebres (ver abajo) que muestran la diferencia entre los resultados reales de las pruebas y los de la autovaloración de los estudiantes. Los percentiles se refieren al porcentaje de personas que los participantes han superado en la prueba.

Es decir, un 50º percentil significa que se ha realizado la prueba mejor que el 50% de los participantes, y un 12º percentil, que se ha resuelto mejor que el 12%. Como muestra, en el test de razonamiento lógico del estudio, los participantes que en realidad estaban en el 12º percentil, se situaron a sí mismos en el 68º.

Los autores creen que este estudio explica, entre otras cosas, por qué algunas personas que son negadas para contar chistes, son incapaces de darse cuenta de que no son graciosos, y siguen contando los mismos chistes malos. También explica por qué algunos individuos se embarcan en empresas que fracasan una y otra vez. Incluso en las situaciones más evidentes, el incompetente es incapaz de darse cuenta de que lo está haciendo mal.

El sindrome del coyote

David Rakoff, un actor y escritor que vive en Nueva York y que colabora habitualmente con diversas publicaciones, escribió también sobre este estudio. Llamó a la incompetencia síndrome de Wile E. Coyote, el personaje de dibujos animados que persigue al Correcaminos y que siempre comete errores. “Coyote es el arquetipo del engaño persistente, saltando alegremente por los precipicios y cayendo al vacío”, escribe Rakoff.

Sólo se da cuenta de su error momentos después, cuando cae en picado al cañón y aterriza en una nubecilla de polvo. “Ciertamente, la rápida adquisición de discernimiento cuando se viaja a 100 metros por segundo es algo terrible, y las contusiones sufridas después del impacto son sin duda dolorosas. Pero qué sublime es ese instante antes de la caída, cuando parece que todavía se puede hacer algo”.

El doctor Dunning cree que la metáfora empleada por Rakoff es buena, pero el único problema es que Coyote recibía una información muy clara cada vez que se equivocaba (se desplomaba, por ejemplo, por un precipicio o le explotaba una bomba). “En los seres humanos, en la vida diaria, el feed-back que recibimos es mucho más vago, en los mejores casos”, dice Dunning. “Si metemos la pata, puede que nunca nos enteremos de por qué alguien nos ha dejado de invitar a su casa; y, si lo averiguamos, puede que pensemos que el problema es de ellos y no nuestro”.

Percepción distorsionada de los demás

Otra fase del estudio consistió en que los participantes evaluaran cómo lo habían hecho los demás. El resultado fue que los más incompetentes también eran los menos capaces de reconocer la superioridad de otros.

Ver los resultados de sus compañeros más brillantes no modificó en absoluto su exagerada imagen de sí mismos, al contrario, la reforzó. En cambio, paradójicamente, cuando los más sobresalientes tuvieron entre manos las pruebas de los menos hábiles, dudaron de sus propios resultados. Todo esto encaja con la vieja máxima de Charles Darwin: “La ignorancia engendra más confianza que el conocimiento”.

En un último experimento, los autores trataron de averiguar si existía algún remedio para bajar la autoestima sobrevalorada de los más incapaces. Resultó que sí lo había: la educación. El entrenamiento y la enseñanza podían ayudar a estos individuos incompetentes a darse cuenta de lo poco que sabían en realidad. En las pruebas de razonamiento lógico, por ejemplo, unas cuantas lecciones ayudaron a los que sacaron peor puntuación a valorarse de una forma más realista.

La importancia de buscar otras opiniones

Pero, ¿cómo puede una persona darse cuenta de que está haciendo las cosas mal? “La lección que se desprende del estudio es que es muy difícil”, dice Dunning. La recomendación de este especialista es que no se confíe en el propio juicio, sino que se busquen otras opiniones, sobre todo antes de tomar decisiones importantes. Por otro lado, “nadie debería dejar nunca de mejorar, de aprender, ya que es muy difícil saber cuándo hay que dejar de hacerlo”, dice Dunning.

Habitualmente, las personas toman decisiones y contestan según lo que creen que es más razonable. Tienen sus propios argumentos para explicar por qué hacen las cosas como las hacen, y creen que lo hacen bien aunque no sea así. De hecho, según Dunning, algunos de los estudiantes que obtuvieron las puntuaciones más bajas, pasaron después varias horas en su despacho tratando de convencerle de que sus respuestas eran las correctas.

El propio autor se sometió también a las pruebas. “Lo hice bastante bien, pero tengo que admitir que cuando me ví ante una respuesta que había fallado, mi primera reacción fue pensar que los que habían diseñado el test estaban equivocados”, dice. “Me enfadé un poco, hasta que decidí sentarme y pensar con calma cuál era la respuesta correcta”.

La relación entre la competencia y la percepción adecuada

Dunning y Kruger tienen una explicación para los resultados de su estudio: que la habilidad requerida para ser competente es la misma que se necesita para poder reconocer que se es poco hábil. Según dice la doctora Kruger, “los incompetentes sufren un doble agravio, no sólo llegan a conclusiones erróneas y toman decisiones desafortunadas, sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello”.

Las reacciones a este trabajo han sido múltiples y muy variadas. Entre los críticos figura el doctor David C. Funder, catedrático de psicología de la Universidad de California (EEUU).

El doctor Funder cree que la mayoría de la gente no sabe lo que significa el término estadístico estar por encima o por debajo de la media y que muchos pueden creer que estar por encima de la media significa, simplemente, estar bien. Pero el doctor Dunning tiene una respuesta: “Conseguimos los mismos resultados incluso cuando hicimos las pruebas sin que apareciese la palabra media”.

En los medios de comunicación, el trabajo ha tenido una gran acogida, según los autores, porque todos piensan en alguien cuando lo leen. “La mayoría de la gente reacciona a este estudio con una sonrisa, pensando en las personas incompetentes que conocen y en lo bien que este estudio las define”, dice Kruger.

Un estudio comentado en los medios

Diane White, columnista del 'New York Times', escribió hace unos meses: “Hace muchos años, coincidí en el trabajo con una persona que era extraordinariamente inepta. No era sólo mi opinión sino que era ampliamente compartida”, escribe White.

“Hubo un extenso debate en la oficina en torno a si sabría en lo más hondo de su corazón que era un perdedor. Había un bando que pensaba que sí, que cuando sus defensas estaban bajas, en momentos de reflexión, lo tenía que saber. Otros, en cambio, argumentaban que era imposible que lo supiera, porque, de ser así, no sería como era. Ahora la ciencia parece que ha dado por zanjado el debate. Aunque, quién sabe, nunca se puede estar seguro de nada”.

Esta inseguridad es el aspecto de la investigación que más fascina a Kruger. ¿Es conveniente conocer las propias limitaciones? “Es evidente que es una mala cosa tener un presidente, un padre o un jefe incompetente”, dice. Lo que no está tan claro es si es beneficioso que ellos lo sepan. “Un ejemplo: la mitad de los padres, por definición, están por debajo de la media, ¿crees que realmente les gustaría saberlo?”, concluye Kruger.

De hecho, según explica esta especialista, hay un grupo de psicólogos sociales -liderados por la doctora Shelley Taylor, de la Universidad de Los Angeles (UCLA), y el doctor Jonathan Brown, de la Universidad de Washington, ambas en EEUU- que han sugerido que sobreestimar las propias habilidades es un indicador de salud psicológica y de bienestar.

No se sabe cuáles pueden ser las consecuencias de la incompetencia. Según Dunning, en un país o en una empresa, por ejemplo, cada vez está más claro cuál es el valor del capital humano, “que es el conjunto de talentos que tiene a su disposición”, dice Dunning. “Si la gente no mejora porque no se da cuenta de que puede, o debe hacerlo, el país [o la empresa] puede que no consiga el capital humano necesario para desarrollarse en un mundo cada vez más competitivo”.

Suplemento 412 - 8 de diciembre de 2000

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Fuente: El Mundo  

Imagen: Coyote-Correcaminos