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Muchos otros libros uno los compra un poco compulsivamente, sin reflexionar, como puedes entrar al cine a ver una película sin saber muy bien de qué va, sólo porque la cartelera te llama la atención. Tal vez incluso el libro me haya gustado en su momento, como puede pasar con la películas, pero el caso es que al cabo de los años no sabes muy bien qué haces con ese libro en tu casa; es una especie de ser extraño que ha permanecido agazapado, viendo pasar el tiempo, y sumergiéndose en un mar de olvido e irrelevancia. Como mucho, el libro se limita a recordarme qué pésimo gusto y criterio tenía yo hace la tira de años.
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La mística del libro en papel como elemento de una especie de culto laico, o al menos como una forma de construcción de la propia imagen, creo cada vez con más intensidad que es algo excesivamente sobrevalorado. La idea del libro en papel como una especie de tesoro que legar, como parte de nosotros mismos, a nuestros herederos, se me desmonta cada vez que pienso en los montones y montones de libros viejos, pésimas ediciones y en general títulos infumables, que acaban irremediable y justamente en la basura un día tras otro, quebradizos, descuajaringados y amarillentos. Bienvenido sea el libro electrónico por, al menos, liberarnos un poco de este tipo de angustias.Enrólate en el Otto Neurath