El efecto La La Land

Por Soniavaliente @soniavaliente_

El otro día leía una entrevista a David Summers que le hizo mucha gracia. Hacía confesiones tales como que “Marta tiene un marcapasos” no significaba nada, que “Venezia” se le ocurrió porque por aquel entonces tenía una novia italiana. O que les echaron de la Movida porque no se les perdonó el éxito. Ante confesiones tan indispensables para la civilización occidental, el periodista, on fire, le preguntó si la protagonista de “Sufre mamón” (oficialmente bautizada como “Devuélme a mi chica”) existió realmente. Como recordarán, fue aquella que le dejó por un niño pijo, con un Ford Fiesta blanco y un jersey amarillo. Y no solo no existió sino que, además, se casaron y tuvieron 5 hijos. En seguida, apostilló. “Pero se han separado. Hace poco. O eso me han contado”. La entrevista continuó. Y el cantante volvió a repetirlo. “Se han separado” . Ya ven. 32 años después de componer esa canción, sabe de ella. Y que finalmente no le fueron bien las cosas. La venganza superlativa. Ser más feliz que el otro. Probablemente le importe un bledo. Y fuera solo una chica más. Otra canción. O tal vez no.

El estúpido ejercicio de lo que pudo ser y no fue. Que levante una mano quien no se haya torturado alguna vez a sí mismo pensando qué habría pasado si hubiera conocido a esa persona en otro momento… Nos fascina quedarnos enganchados de una idea, un concepto, una ilusión. Pero a veces no es más que una gran trampa porque miramos a la vida, al pasado, al futuro, con los ojos de quien somos hoy, ahora, en este preciso momento.

Es el efecto La La Land. Caminar hacia lo que se cree querer y una vez que se obtiene ¿qué habría pasado si…? El amor deja ruinas a su paso entre las que, como mala hierba, se abren camino canciones y películas maravillosas. Unas más que otras.