(Fragmento extraído del libro:
"El Paraíso escondido detrás de Nuestras Desgracias - Autoayuda Autobiográfica")
"¿Qué es el ego? Es un cáncer invisible que nace con nosotros. Viene ubicado en el cerebro, entremezclado con todas las fantásticas y beneficiosas funciones del órgano. Si no lo extirpamos a tiempo, cosa que realmente muy poca gente logra hacer, este tumor sin volumen físico se encargará de darnos una muerte segura y muy dolorosa: la muerte en vida. ¿En qué consiste el ego? ¿Cuál es su función? Simplemente hacernos creer que somos alguien. Y a partir de esa creencia, hacernos creer que crecemos. Detrás de esta metáfora se esconden realidades que sería conveniente tener en cuenta. Veamos, que el ego nos haga creer que somos "alguien" no significa que "no seamos nadie". Vivimos una vida en la que todo lo tangible pareciera ser lo más importante. Lo físico, lo que tiene volumen y ocupa un lugar en el espacio pareciera ser lo único que existe y rige nuestras vidas: Los automóviles, las casas, el dinero, nosotros mismos (nuestros cuerpos). Todo lo que algún día desaparecerá. Todo lo que no llevaremos a ninguna parte. No sabemos advertir que esencialmente nosotros somos alma, espíritu, energía. La materia que somos es como el automóvil, la casa o los dólares. O el Planeta que nos cobija. Efímero. Todo desaparecerá. Es una cuestión de tiempo.En cambio, la energía de nuestro espíritu ha estado siempre allí y siempre estará. La masa energética que flota en el espacio del Universo desde todos los tiempos es la que se convierte en alma y espíritu al tocar la materia, lo tangible: nuestros cuerpos, los cuerpos de los animales (incluyendo los insectos y las bacterias) y las plantas. Tres composiciones energéticas diferentes existen para cada uno de los tres tipos de seres animados que habitan nuestro Planeta desde sus mismos orígenes. Qué sucede en otros planetas, en especial, en otras galaxias de otros universos, no lo podemos saber. Pero no parece ser muy difícil llegar a la conclusión de que todos somos lo mismo y único, desde los comienzos en el infinito de los tiempos: una enorme masa de energía, la que sólo comienza su proceso de descomposición en miles de millonésimas de partículas en el preciso momento del nacimiento del cuerpo tangible. Nace un alma, sea que esto ocurre en el mundo de los humanos, los animales o las plantas. No resulta tan difícil de concluir que cada vez que muere un cuerpo (humano, animal o vegetal), el alma que lo habita vuelva a sus orígenes: aquella masa energética que siempre flota en el espacio. Volviendo a nuestro Mundo, quien pueda entender y aceptar los preceptos de esta teoría, podrá concluir también en que tan sólo somos una partícula entre una cantidad de las mismas cuya cifra contiene una innumerable sucesión de ceros a su derecha, lo que la hace muy lejana a la comprensión de la mente y óptica humanas. Pero de todas maneras, la aceptación de estos preceptos nos permitirá relajarnos en la convicción de la inexistencia del yo. No somos nadie, apenas una infinitésima partícula en el espacio. Y a su vez, somos todo. Formamos parte del mayor poder energético existente. Lo más grande y lo único: nosotros mismos, una masa energética de vida eterna".
Feliz lectura, feliz vida.
Imagen: Monte Tlatoc, México, por José Luis Estalayo.
* Miembro de la Asociación Israelí de Escritores en Lengua Castellana (AIELC).
* Miembro de Escritores Club (Agrupación de Escritores Independientes de Habla Hispana).
* Asesor de la Academia Filosófica Hebrea "Sinaí".
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