El ejecutivo agobiado frente a sus problemas

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

En casa, aunque no quiera, pienso en mi trabajo". "Con mi terapeuta hablo de mi trabajo". "Cuando me junto con un amigo, termino hablando del trabajo". "Cuando hago mis chequeos de salud, el médico me dice que baje un cambio". "¿Quién me reemplaza? ¿Quién va a hacer lo que yo hago?". "Me siento sobrecargado, no doy abasto con todas las responsabilidades". Palabra más, palabra menos son las que escucho en mis encuentros con dueños o altos directivos de empresa. En la mayoría de los casos, los negocios funcionan y los objetivos se cumplen, pero el "mono loco" del cerebro no para.

El ejecutivo de una gran empresa o PyME y el emprendedor, en algún momento, se preguntan hasta cuándo seguir, si vale la pena tanto esfuerzo, quiénes continuarían con su obra y si lo harán del mismo modo. Esas preguntas suelen hacerse en soledad y no encuentran respuestas.

Existe el mito que es mejor no hablar para no generar conflictos. El resultado es que los problemas siguen. La experiencia enseña que el número uno es el que menos posibilidades tiene de encontrar a alguien confiable para conversar, siendo uno de los que más lo necesita. Muchas conversaciones se evitan porque deben sostenerse con personas difíciles, que no aceptan fácilmente el punto de vista del otro, no escuchan o dicen a todo que sí pero se comportan como si no hubieran escuchado. Esto produce un gran desgaste de energía emocional.

Los cambios tecnológicos generan otros cambios en la sociedad, entre ellos, en los modelos de comunicación. En las conversaciones, hay cada vez mayor conexión tecnológica pero menor con el de al lado. Se pierde la confianza en el otro. Pero muchos de los problemas en una empresa se resolverían con una conversación.

En los momentos de contrariedad, difíciles, una conversación inspiradora genera fortaleza en las personas y sus vínculos, y resurge la energía y la capacidad creativa. Cuando esto sucede en los dueños o altos directivos, toda la organización funciona mejor.

El dueño no deja de lado un equipo o maquinaria que compró para modernizar su empresa, pero puede dejar de lado su mejor herramienta: a él mismo. Se resigna a su aislamiento y sufre las consecuencias: altos niveles de desconfianza, bloqueo mental paralizante, trabas en la toma de decisiones y mayor grado de enfermedad organizacional, cuyos síntomas pueden ir desde la baja en las ventas, desvinculación de los mejores, e incremento de demandas laborales hasta situaciones conflictivas con proveedores y clientes. Además, están los síntomas personales, como desesperanza, falta de alegría y entusiasmo, y sufrimientos corporales.

El desafío es cómo se encaran. Es el momento para el cual el número uno debe estar "ligero de equipaje", y buscar la ayuda de un profesional puede ser una decisión difícil, pero que puede ser beneficiosa. Un profesional es un interlocutor válido cuando escucha, pregunta y conversa con sensatez y buen criterio, así puede acompañar. De eso se trata. Ayuda a saltar el cerco del aislamiento.

Un dueño o directivo que pide ayuda transmite mucha más confianza a su organización que cualquier discurso. Se enseña más en el hacer que en el decir.

Fuente http://www.cronista.com/management/El-ejecutivo-agobiado-frente-a-sus-problemas-20160127-0036.html

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