Como advenedizo y asombrado cual niño en una juguetería, me doy de bruces estos días con mucha información acerca de la liga universitaria americana, consecuencia del March Madness y de las semanas pre-draft. Y me encanta esta situación. Es la sensación de convivir tan cerca con algo que no has conocido, y de repente ¡pum!, circunstancias de la vida, se activa ese conmutador en el cerebro que te hace reaccionar y te empuja a una nueva dimensión del baloncesto. No, no he fumado nada, ni llevo una cogorza del quince.
Es el estado de efusividad por haber descubierto un baloncesto nuevo que me encanta, cual quinceañera ante su primer concierto de... ¿qué escuchan ahora las quinceañeras? Pues eso. No ha sido mi primer acercamiento a la NCAA, pero sí el más directo, y por supuesto el más bidireccional. Por fin he descubierto en esa liga lo que lleva años mostrándome y yo, torpe de mí, no había conseguido ver. Sin tapujos, me he enamorado de la NCAA, de su pasión, su intensidad, su sinceridad. Desde aquí mi agradecimiento a todos los que habéis fomentado la difusión de esta liga en la blogesfera en la que nos movemos. Que tomen nota otros...
Sin más preámbulos, trataba de hacerme eco de una noticia que me sorprendía y me contentaba a la vez. Brad Stevens, técnico de los Bulldogs de Butler, ha renovado con esa universidad hasta la temporada ¡2021-22!. No hay errata que valga: renovación por ¡12 años! Ya os dije que no estoy tan puesto en temas concernientes a esta liga como algunos de vosotros, nivel aficionado, una sola estrella de nivel recruit como máximo; pero intuyo que renovaciones de este tipo no se producen todos los días. ¿Los más beneficiados? Los propios alumnos y la afición Bulldog, no me queda duda. Conocer de antemano los sistemas, la forma de trabajo, y las ventajas de esa continuidad le abren la puerta a Butler a nuevos éxitos.
Ya sé que hay entrenadores que llevan n años cuando n tiende a ∞, en su universidad de turno, pero dudo que se hayan ganado esta responsabilidad casi vitalicia desde la temprana edad de 33 años como el caso de Stevens. Me da en la nariz que lo de este muchacho no es flor de un día, y en Butler se temen que le puedan tirar los tejos desde Stern-landia en menos que canta un gallo. Chapeau para ambas partes, a Butler por tener confianza en un proyecto para tan largo plazo, y a Stevens por aceptar el reto frente a los cantos de sirena de los papelitos verdes.
Estaba yo pensando en similitudes con otros casos... ¡Bah! No se me ocurre nada. Aquí los contratos están para romperlos o para quitarle la cojera a la mesa.
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