El ejército de los muertos, cuando no quede sitio en el infierno, los muertos caminarán sobre la Tierra

Publicado el 21 mayo 2021 por Cineenserio @cineenserio

Tras la llegada del zombi moderno de la mano de George A. Romero y la revolución de los infectados perpetrada a inicios de los años 2000, el género zombi ha sufrido un auge narrativo solo comparable a su paulatino pero consecuente desgaste. Consciente de este problema, y aprovechándose del mismo para convertirlo en oportunidad, Zack Snyder retoma un antiguo proyecto de su productora, olvidado por Warner desde 2007, para dirigir su primera película lejos del universo cinematográfico de DC diez años después. Con el dinero de Netflix, que compró los derechos de la cinta en 2019, reescribe el guion junto a Shay Hatten, se pone la cámara al hombro (literalmente) y se propone utilizar su nueva película como artilugio catártico contra su propia historia dramática, como recipiente de referencias cinematográficas agonizantes más allá de la nostalgia y, sobre todo, como un último intento de insuflar vida al cine de los muertos vivientes. Sus pretensiones, desmesuradas como de costumbre, desembocan en una cinta colosal e irregular, pero solo el heroico intento, que también viene siendo habitual en el director norteamericano, ya es merecedor de un análisis que intente ir más allá de la crítica despiadada o el elogio fanático al que suelen estar condenadas sus películas —y cada vez más, todas las películas—. Este texto intentará funcionar como reflexión acerca de El ejército de los muertos, que se ha estrenado brevemente en algunas salas de cine y que a partir de hoy podréis ver en Netflix.

Qué mejor manera de revitalizar un género en descomposición que experimentar con él, trastocar sus tropos narrativos, desdibujar sus claves estilísticas y atreverse a ser más transgresor que clásico. Zack Snyder dirige El ejército de los muertos, en esencia una película de zombis, tomando prestada la estructura narrativa de una película de atracos, utilizando un estilo visual hiperrealista y dramático que centra el foco y la puesta en escena en sus personajes —incluidos los zombis—, y alterando la concepción del universo zombi dando a estos la capacidad de conformar sociedades jerarquizadas y organizadas. Sobre el papel, la mayoría de ideas que plantea la cinta de Snyder son buenas. Sobre la pantalla, algunas de ellas pueden no llegar a convencer del todo.

El estilo visual que elige Snyder, a quien personalmente considero uno de los directores más preocupados por el poder estético y simbólico de sus imágenes, puede crear la sensación de que la cinta posee un aspecto televisivo, incluso que resta espectacularidad al conjunto artístico de la película. Lo cierto es que la puesta en escena es consecuente con el tono dramático que establece la cinta desde su potentísimo arranque y, a nivel narrativo, es coherente con la cercanía y el intimismo que marca alrededor de sus personajes. La limitadísima profundidad de campo que predomina en la mayoría de las escenas reduce en esencia uno de los aspectos más característicos del director norteamericano y obliga al espectador a fijar el ojo en puntos muy concretos de la imagen. En algunas escenas esto funciona a la perfección, sobre todo cuando se busca intensificar la intimidad y el dramatismo de la conversación entre dos personajes o se necesita amplificar la sensación de claustrofobia en tensas secuencias de acción que así lo requieren. En otras, da la sensación de que nos estamos perdiendo algo. Lo cierto es que cuando Snyder decide componer cuadros de composición más compleja y aumenta la profundidad de campo, la película deja un puñado de imágenes icónicas.

Para conformar la estructura narrativa de la película, un eficaz y robusto engendro resultado de mezclar el cine de atracos con el cine de zombis, Snyder se fija en películas que de un modo u otro han quedado grabadas en el imaginario popular. Podemos citar El amanecer de los muertos (2004), del propio Zack Snyder, que el director utiliza para establecer una geografía sencilla sobre la que plantar a sus personajes; 1997: Rescate en Nueva York (1981), del gran John Carpenter, con la que se establecen obvios símiles narrativos y se toma prestado el hábil uso de la camaradería entre personajes antiheróicos; Aliens (1986) de James Cameron, de la cual también se fusila parte del argumento y se toman ideas acerca de la organización de los zombis y el tratamiento de la acción; Ocean’s Eleven (2001), de Steven Soderbergh, que es el referente principal de la mayoría de las películas de atracos contemporáneas, sobre todo a la hora de constituir un equipo de protagonistas y presentar la misión principal al espectador; y muchas otras más. A pesar del ingente aluvión de referentes, El ejército de los muertos es una película de Zack Snyder y funciona como tal. El compromiso que durante tantos años mantuvo el director con el universo cinematográfico de DC no ha hecho mella en su manera de afrontar la dirección de su película, que por primera vez en mucho tiempo se centra en divertir al espectador por encima de todo. El resultado final resulta orgánico, y no solo porque la película funciona en su propósito de divertir, sino porque resucita mediante sus referentes un ideal de cine original que actualmente se encuentra agonizante por la falta tanto de ideas como de oportunidades.

Antes de finalizar con la crítica, resulta importante destacar cómo Snyder utiliza su película para curar sus propias heridas. No pasa inadvertido que el conflicto central de la película gira en torno a la reconciliación de un padre con su hija. De hecho, el peso dramático de esta relación acelera o frena la trama a su antojo, algo que funciona correctamente cuando aporta emotividad a las escenas más emocionantes y que entorpece la narración en las secuencias de diálogos, que resultan demasiado impostados y expositivos. La sutileza nunca ha sido el punto fuerte de Zack. Con todo, estamos ante la enésima prueba de que el cine, tanto para el cineasta como para el espectador, funciona como aparato catártico, artilugio sanador y ejercicio de exorcismo.

En conclusión, El ejército de los muertos tiene ingredientes de sobra para convertirse en un clásico del género a largo plazo. Es una película divertida, con personajes ampliamente desarrollados, zombis terroríficos y humanos aún más repulsivos, no repara en el gore ni en el derramamiento de sangre y demuestra que el blockbuster moderno sigue caminando entre nosotros aunque muchos le den por muerto. Ahora tienes dos opciones: puedes bajar las persianas del salón, hacerte un gran bol de palomitas en el microondas y subir el volumen de la tele para ponértela en Netflix o puedes ir a tu cine más cercano, acomodarte en la butaca y disfrutar de la peli en la gran pantalla (mi opción favorita). En ambos casos, el buen rato está más que asegurado.

El ejército de los muertos (Zack Snyder, 2021) ½

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