En las últimas semanas se ha planteado en redes sociales algo fundamental: ¿Debe el Ejército mexicano encerrarse en sus cuarteles o atender también las necesidades de seguridad pública que agobian al país?
Tal controversia la originó un pronunciamiento del secretario de la Defensa Nacional, al señalar que las fuerzas armadas de México deben volver a sus cuarteles, puesto que cuando actúan en las calles han encontrado la frecuente oposición de ciudadanos que sienten lesionados sus derechos humanos.
El presidente Enrique Peña Nieto respondió que el Ejército seguirá en las calles mientras no existan garantías de seguridad, lo cual es correcto porque él comanda las Fuerzas Armadas, es su Jefe máximo, y seguramente ve un riesgo para la seguridad nacional, cuya salvaguarda está constitucionalmente en manos del Ejército.
Preparados para la guerra
El problema es que, en efecto, los soldados han sido preparados para la guerra, en este caso la guerra contra el narcotráfico que declaró el expresidente Felipe Calderón y que se supone no ha terminado.
Sin embargo, tiene toda la razón el secretario de la Defensa cuando afirma que la seguridad pública no es una función del Ejército, sino de las policías nacionales, estatales y municipales, que, por lo visto, no han podido cumplir con su obligación.
Es obvio, en este caso, que falta capacitación, adiestramiento, motivaciones, estímulos, para las policías federales, estatales y municipales.
Difícil problema
Lo grave del caso es que la inseguridad pública persiste y crece en diversas zonas del país, lo que pone en riesgo no solamente la integridad de las personas sino también la seguridad nacional que involucra a la república entera.
En esta tesitura, la intervención del Ejército en las calles está justificada, porque no sólo se trata de salvaguardar la seguridad de los individuos, sino también la del conjunto social de estados y municipios.
Un cambio de objetivos nacionales e internacionales, por ejemplo, la legalización de las drogas, como ya se está considerando en los Estados Unidos, podría cambiar radicalmente la situación en México, porque ya no tendría sentido alguno esta guerra tan absurda, que no resuelve nada y que sólo aporta dividendos a unos cuantos.
Y digo tan absurda porque al fin de cuentas la gente hace lo que quiere: si les gusta consumir drogas, nadie se los va a impedir. La solución real está en la educación de la familia. Educar a los hijos en valores es la mejor inversión, pero en esto no se ha preocupado mucha gente y menos el gobierno.
Artículo publicado por la revista Portada de México en su edición de diciembre de 2016.