Vivía Babilás en Antioquía en tiempos de Decio, y tenía por discípulos a los niños Urbano, Prilidiano, Epolonio, de 12, 10 y 9 años respectivamente. Se celebraban unos festejos en honor a los dioses, cuando Decio, curioso de los misterios de la fe cristiana, quiso presenciar la celebración de la Eucaristía. Sabiéndolo el santo obispo, fue al encuentro del emperador y le prohibió entrar a la asamblea, por idólatra y blasfemo. El emperador, irritado, le hizo caso, pues temía una revuelta de los numerosos cristianos que acompañaban a Babilás. Así que esperó al otro día y mandó a los soldados que apresaran al obispo y lo llevaran a su presencia. Entonces le preguntó: “¿Por qué has insultado mi dignidad imperial al no permitir entrar en tu iglesia?”. Babilás respondió: “Cualquiera que se opone a Dios y quiere profanar el santuario, no es digno de respeto, sino que se ha convertido en enemigo del Señor”. Decio le mandó adorase a los dioses, pero, claro, Babilás se negó. Entonces Decio mandó le cargasen de cadenas y así fuera paseado por la ciudad, como escarnio. El santo respondió: “Estas cadenas son más venerables para mí que tu corona imperial lo es para ti. Para mí el sufrimiento de Cristo es más deseable que el poder imperial lo es para ti. Mi muerte por el rey inmortal es más preciosa para mí, que tu vida es para ti”.
Entonces trajeron a los tres discípulos del santo. Preguntó Decio: “¿Quiénes son estos niños?”. “Son mis hijos espirituales”- respondió el santo, y añadió - “yo les eduqué en la piedad, y aquí frente a ti, aunque en pequeño cuerpo, son grandes hombres y cristianos perfecto. Pruébales y verás”. Entonces Decio comenzó a tentar a los chicos y a Cristódula, la madre de estos, para que apostatasen de Jesucristo, pero era en vano. Mandó fueran azotados según su edad. Luego mandó decir a Babilás, que los niños habían renegado de Cristo, pero el obispo no creyó aquello. Ordenó Decio que fueran atados a un árbol y quemados, pero al ver que no perjuraban de la fe cristiana, mandó fueran decapitados.
El culto a tan preciadas reliquias pasó de Oriente a Constantinopla, y a Occidente llegó en el medievo, pues en el siglo VII San Aldhelm de Sherborne (25 de mayo) escribió unas “vitae” en prosa y en verso. Al parecer, Matilde de Canossa poseía reliquias insignes de él, que donó a una iglesia de Cremona donde había culto al santo y era especial abogado contra los males de huesos, artritis, etc. Una iglesia del siglo XI existe aún en Milán. En España se le venera en Bobadilla del Monte como “San Babilés”. Tamayo le hizo español y nacido en Pamplona, donde se le venera. En Francia se le conoce como Saint Babel. Los bolandistas, que recogen las variantes de las versiones, no les dan crédito alguno y reconocen fueron creadas para satisfacer la devoción popular.
Fuentes:
-”Los santos del nuevo misal hispano-mozárabe”. JUAN MIGUEL FERRER GRENESCHE. Toledo, 1995.
- "Diccionario de los Santos" C. LEONARDI, A. RICCARDI Y G. ZIARRI. Ed. San Pablo. Madrid, 2000.
-"Vidas de los Santos". Tomo I. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD.