El emprendedor del siglo XXI no se improvisa

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

por Andrés Pedreño

Nos encontramos en una de las peores pesadillas que podríamos haber imaginado cuando empezaban los primeros problemas financieros hace cinco años. Uno de los errores más graves que subyacen en el tipo de políticas aplicadas por los gobiernos es la idea de que la oferta es flexible a corto plazo y que los empresarios se reconvierten fácilmente.

Esto sucedía así hace años. Cuando éramos un país predominantemente agrícola resultaba relatívamente fácil dejar de producir pimientos y empezar a plantar tomates. Incluso para la industria tradicional, aunque más complejo, había un margen de flexibilidad importante a la hora de adaptar la oferta a los exigencias del mercado. La globalización y el conocimiento hacen esta versatilidad mucho mas difícil.

El cambio: del boom inmobiliario a la economía del conocimiento

Catorce años de cultura empresarial inmobiliaria no se cambian de la noche a la mañana. Aunque bajáramos los salarios reales una barbaridad, devaluáramos una hipotética moneda propia… seguiríamos teniendo un serio problema. Sería difícil pasar del ladrillo a la nanotecnología, del despacho fiscal a los servicios de marketing online de la web social, o de Muebles Pepito S.L a Ikea, o de la Caja de Ahorros a Google Wallet.Los policy makers y economistas, esperan alcanzar la recuperación económica restaurando la confianza de los mercados reduciendo el déficit y bajando los salarios relativos. En teoría nuestra exportación debería actuar de elemento dinamizador de la economía. Pero exportar en nuestro mundo global, con los BRIC, los países en vías de desarrollo y las economías más avanzadas monopolizando el conocimiento no es fácil. Nuestras exportaciones de alta tecnología llevan 20 años estancandas en torno al 5%.

De ahí que la flexibilidad laboral y los ajustes no den los frutos esperados., ni sean la vía para la recuperación económica en un país como España. No creo que haya político capaz de bajar los salarios hasta el punto de competir con China e India por la vía de los bienes tradicionales… Pero, y aquí viene lo más grave, por más que los bajemos no vamos a competir con Estados Unidos, Japón, Alemania… (o incluso China y la India) en bienes de alta tecnología. Y es esta última vía la que más nos interesa,

Los emprendedores de siglo XXI no se improvisan. No se cambian de la noche a la mañana promotores inmobiliarios por empresas de tecnología… Tenemos la típica resaca inmobiliaria que han padecido antes  otros muchos países desde Japón a Chile. Encontrar negocios en sectores relevantes “a medio caballo” entre los países en vías de desarrollo y los más avanzados es cada vez más difícil. La explosión contructora de los últimos años ha inhibido otras capacidades. Aparte de turismo y algunos otros servicios, hay pocos sectores con masa crítica relevante en España, un factor clave para las economías de escala.

Incluso hasta paara los negocios más sencillos. No basta montar un café normalito o una discoteca de barrio, los jóvenes quieren starbucks (o Coffee Nutz), juegos virtualesaplicaciones para móviles… La tecnología y el conocimiento cada vez son más decisivos que los salarios para afianzar la competitividad de cualquier tipo de oferta. Esto lo saben muy bien los BRIC, especialmente, China e India que apuestan por la ciencia y la tecnología y se afanan en introducir la nanotecnología, o en exportar software.

Tenemos en España un excelente capital humano. Gente joven formada excepcionalmente que ha completado magníficos curriculas dentro y fuera de España. Pero no hay suficientes emprendedores capaces de sacarles partido.  Nuestra inversión educativa es rentabilizada en Alemania, Estados Unidos o Asia. Los estudiantes salen de nuestras universidades con la idea obsesiva de encontrar empleo, no de crearlo a través de ideas y proyectos empresariales.

Las tres medidas inaplazables

1. Transformar a las universidades en “motores de emprendimiento y crecimiento”. La explotación de conocimiento es una de las pocas salidas para un país que quiera preservar su Estado de Bienestar. Tenemos que ser capaces de generar empresas de base tecnológica rentables y superar el muy  bajo rendimiento de la I+D acompañándola de inversión en el desarrollo de su capacidad de gestión. Deberíamos cambiar radicalmente nuestra cultura universitaria en muchas vertientes (respaldo al emprendimiento, a la interdisciplinaridad, a la investigación medida en patentes y transferencia de tecnología real, a la innovación abierta..) . Seis millones de parados lo exigen. Hay que llegar a un pacto social para no reducir presupuestos en educación sino gastarlos según las exigencias sociales que impone la economía del conocimiento y la globalización. Quizás no se vean frutos a muy corto plazo, pero es un camino inaplazable e irrenunciable y deberíamos empezarlo cuanto antes. La reforma no debe encaminarse hacia “gastar menos”, sino más eficientemente, poniendo el foco en las exigencias de cambio de modelo nuestro país.

2. Seguir las mejores prácticas de políticas sectoriales de bajo coste. Acabemos con el lema tan preciado por los economistas que “la mejor política industrial es la que no existe”. Esto es así cuando los policy makers de turno son ineptos e incompetentes. Quizás hay que cambiar los perfiles de estos anteponiéndoles exigencias de rentabilidad y eficiencia a las políticas sectoriales en sectores clave (TICs, Nano, energía, medioambiente…). Y quizás es más desregular que regular, reducir costes y gastos ineficientes que gastar más. Por supuesto fomentar el emprendimiento en todas la vertientes posibles -que son muchas- dando incentivos en la direcciones correctas: empleabilidad del capital humano, transferencia de tecnología competitiva, administración electrónica eficiente, etc. etc. Es curioso ver la vitalidad de nuestras redes virtuales de emprendedores frente a la buracracia que caracteriza a muchas actuaciones de la Admnistraciones. No hace falta una nueva Ley de emprendedores, sino eliminar todo lo que interfiere negativamente en el emprendimiento.

3. Los ecosistemas de innovación existen. No se improvisan, pero sí hay base para aprovechar emprendedores y empresas valiosísimas hoy dispersas que requieren de masa crítica. Es una pena ver aeropuertos vacíos, autopistas infrautilizadas, pero lo es más ver magníficos espacios que podrían ser hub de tecnología TIC, nano, etc. Me estoy refiriendo a espacios como la Ciudad del Agua en Zaragoza, la Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia, la Ciudad del Cine en Alicante, etc. etc. Enclaves magníficos que podrían atraer inversiones de empresas tecnológicas nacionales e internacionales y conformar clusteres interesantísimos relacionados con las actividades más dinámicas del conocimiento a nivel mundial. Deberíamos encontrar espacios actrativos infrautiliados para integrar los factores básicos que definen los ecosistemas de innovación: centros universitarios con vocación de crear valor, empresas de base tecnológica, start-ups, redes profesionales, emprededores, angels business, capital ventura…. Estos factores existen en España pero andan dispersos, sin masa crítica suficiente que permita interactuar con eficiencia.

Si el nuevo modelo del siglo XXI de la economía española se construye sin las universidades, sin la concurrencia de los ecosistemas de innovación o sin el desarrollo de las TICs no sólo estaremos forjando un modelo débil, propiciaremos una colonización económica de nuestro turismo, banca, o restantes actividades tradicionales.