El empresario familiar en tiempos de crisis

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

por Arturo Virosque

La sucesión es la cuestión más tratada, debatida y estudiada de cuantas afectan a la empresa familiar. En estos tiempos convulsos de profunda crisis económica, las empresas familiares tienen un doble reto: sobrevivir a las turbulencias financieras que afectan a toda la actividad económica y, además, afrontar con éxito el proceso sucesorio en el que se pondrá de manifiesto la madurez de la organización y de la familia, el asentamiento de la empresa en el mercado y la adecuación del proyecto empresarial a las aspiraciones, deseos y circunstancias vitales de la familia empresaria. Todo un reto que requerirá la máxima dedicación de la familia implicada en la gestión de la empresa.

Todo tiempo de crisis conlleva oportunidades de replanteamiento del negocio

Un factor adicional de no poca importancia es la vorágine legislativa y jurisprudencial que se está dando en el panorama jurídico español, con enormes consecuencias para la empresa familiar -no lo olvidemos, principal motor del tejido económico- y para la estructura de salarios y pagos con la que tradicionalmente se ha retribuido al empresario familiar.

Entre estas novedades legislativas podemos citar la supresión del impuesto sobre el patrimonio, la posible homogeneización en el estado del Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones o la nueva normativa de operaciones vinculadas que obliga a distinguir y valorar por su valor nominal de mercado las retribuciones que el empresario familiar cobra como administrador, como directivo y como trabajador de la empresa familiar, y sobre la que la Cámara de Comercio de Valencia organizó una jornada informativa para todos los empresarios hace solo unas semanas.

A ello, habría que añadir las importantes novedades que la ley valenciana de sucesiones, actualmente en fase de anteproyecto, introducirá en nuestro ámbito autonómico. Además, las recientes sentencias del Tribunal Supremo que discuten la deducibilidad de la retribución a los administradores de las sociedades anónimas en el Impuesto sobre Sociedades y las dudas sobre la posibilidad de compatibilizar, en caso de jubilación del empresario familiar, el cobro de una pensión con la retribución como consejero de la empresa familiar, complican todavía más el panorama retributivo del empresario en una situación de por sí delicada.

Sin embargo, todo tiempo de crisis conlleva a su vez excelentes oportunidades de replanteamiento del negocio que pueden servir para adoptar decisiones relevantes para la empresa familiar como la reorganización de la misma para tener una estructura retributiva más lógica y sin riesgos fiscales o la donación de participaciones en la empresa familiar a los miembros de las siguientes generaciones.

No cabe duda de que el empresario debe preocuparse de tener las garantías necesarias para asegurar su situación económica, la de su cónyuge y, según los casos, la de algún otro miembro de la familia, de manera que puedan vivir con dignidad una vez que él ya no trabaje en la empresa familiar. Debe ser prudente para pensar en ello con suficiente anticipación y encontrar las formas que permitan estructurar el patrimonio de manera que, además de sufrir la menor presión fiscal legalmente posible, esté protegido de riesgos que pongan en peligro su futuro fuera de la empresa.

La familia siempre ha sido considerada como una escuela de virtudes y lo mismo ha de ocurrir con una auténtica empresa familiar. Los empresarios no deben dudarlo, la sencillez y la austeridad que tan convenientes son para la continuidad exitosa de las empresas por ellos fundadas, forman parte también del camino adecuado para retirarse y continuar haciendo otras tareas que, como la empresa, repercuten en el bien común de la sociedad.

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