El encanto de la medianoche en París

Publicado el 23 noviembre 2011 por Rojotransitorio @rojotransitorio

París, centro de gravedad artístico

París, centro de gravedad permanente

París, la Ville lumière, la ciudad de la luz, se merece su apelativo por haber sido (y ser) un centro gravitatorio de las Artes, y por consiguiente, de sus principales interpretes: los artistas.

Como turista la he podido visitar un par de veces y, desde luego, es un verdadero placer para los seis sentidos (sí, incluyo la intuición). Es uno de aquellos lugares del mundo que es imprescindible visitar antes de traspasar la linea que delimita la eternidad.

Y sería importante acudir a su visita con paraguas, porque París será la ciudad de la luz, pero (al menos, cuando he tenido oportunidad de visitarla) se convirtió, más bien, en la ciudad de la lluvia, tal como muestra el arranque de esta película. Pero ese detalle es una nimiedad en comparación con la magia que te regala París.

Si no te importa mojarte (y no debería: quien quiera peces, que se moje el ****) París es una ciudad monumental que lo tiene todo: desde grandes espacios hasta pequeños recovecos repletos de hermosura y encanto. No es de extrañar que haya servido (y sirva) de inspiración a grandes artistas de toda época e índole.

La belleza inspira belleza. La atrae como una luz incandescente fascina a cualquier artista sediento de fulgor. Y la ebullición de imaginación y creatividad de los artistas, añade una segunda derivada de captación. Por tanto, me adscribo: Paris, je (aussi) t’aime.

Woody Allen, el enamorado de Europa

Woody Allen: pasión por Europa

Woody Allen hace tiempo que dejó de disimular su debilidad por Europa. Y Europa tampoco esconde su debilidad por él. De hecho, es en Europa, y no en USA, donde sus películas tienen mayor éxito de taquilla.

El polifacético cineasta de origen judío se siente en el viejo continente, cuna de sus ancestros, como pez en el agua. Por afinidad cultural y de valores, encuentra en Europa algunos referentes que, en ocasiones, no encuentra en su país natal.

A excepción de New York, claro está. Y debe ser porque New York, al igual que otras ciudades de la costa este norteamericana, huele a la vieja Europa con una intensidad suficiente para permitir disimular eficazmente los tóxicos aromas del tea party.

No obstante, Allen sigue a la suya: creando grandes películas dentro de un amplio espectro argumental (desde las más divertidas a las más reflexivas) que permiten al espectador adentrarse en una también amplia realidad (desde la más amable a la más punzante). A veces su obra, a vista de pájaro, deja una leve y reiterada sensación de déjà vu pero, aun así, no deja de embelesarnos.

Midnight in Paris: la nostalgia Parisina hecha celuloide

Midnight in Paris

Y llegamos a la intersección: París, Woody Allen y la nostalgia. Y el resultado es Midnignt in Paris: un encanto de película que pasea París ante nuestras retinas, al igual que haría cualquier efímero y transitorio recuerdo de aquella ciudad: fijando su fascinación en nuestra memoria.

Y para ello, Allen vuelve a usar un alter-ego-actor, en esta ocasión Owen Wilson, para que represente el papel que quisiera haber interpretado el mismo. Y Gil (el protagonista: un nostálgico escritor novel con una autoestima y un porvenir por hacer) lo hace de maravilla. A través suyo vamos descubriendo una retahíla de grandes artistas que compartieron tiempo o espacio en el bullicioso París del la década de los 20s del siglo pasado.

La lista de creadores es de las que quitan el hipo: Cole Porter, Josephine Baker, Zelda y F.Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Gertrude Stein, Pablo Picasso, Salvador Dalí, Man Ray, Luis Buñuel, Juan Belmonte, T.S.Eliot… por solo citar los foraneos… La atracción de París es innegable.

Todos ellos guiarán a Gil en su más importante decisión: una entre la confortable comodidad de un seguro (pero mediocre) futuro y la perecedera nostalgia de un romántico ideal. Gil tendrá que elegir… Y elige…

(¡¡No continúes leyendo si no has visto y deseas ver esta película!!)

Lo que más me encanta es el desenlace final: aquel en el cual Gil abandona la seguridad y la nostalgia para abrazar el presente y un incierto (pero motivador) futuro en París. Las posibilidades que nos ofrece la vida están ahí para que elijamos la más correcta. ¡Bravo por Gil y por Monsieur Woody Allen!

Un gran hombre no vive en París. Posee París. (Knut Hamsun)