Revista Arte

El erotismo más sensual está en la mirada, en la comunicación visual, sin la cual no hay sentido estético de identidad.

Por Artepoesia
El erotismo más sensual está en la mirada, en la comunicación visual, sin la cual no hay sentido estético de identidad.
El erotismo más sensual está en la mirada, en la comunicación visual, sin la cual no hay sentido estético de identidad.
El erotismo más sensual está en la mirada, en la comunicación visual, sin la cual no hay sentido estético de identidad.
 Cuando el pintor modernista español Joaquín Sorolla (1863-1923) se atreviera a pintar a su propia esposa Clotilde en el año 1902 para un extraordinario desnudo, no dudaría en ocultar el rostro de la modelo en su pose artística final. El pintor habría recorrido antes el Museo del Prado para poder ver y sentir la maravillosa recreación que sus ancestros habrían podido hacer para componer el cuerpo desnudo en un lienzo artístico, pero, sin embargo, no lo hallaría en España. Tuvo que viajar a Londres para descubrir la imagen más perfecta que se hubiera hecho de una mujer desnuda. Velázquez había compuesto su Venus del Espejo en Roma durante el año 1650, ya que en su país durante el siglo XVII no se permitía modelar a ninguna mujer desnuda ante un pintor. Fue en la ciudad de Roma cuando una sus amantes italianas se ofrecería, encantada, para poder culminar uno de los maestros más insignes del Barroco una de las más impresionantes obras de desnudos que su hayan hecho jamás. Luego el pintor se la llevaría a España donde algún noble la colgaría en alguno de sus palacios madrileños para poder descansar, satisfecha la obra, hasta que la guerra napoleónica alterase la vida española y dejase que un inaprensivo británico se llevase la obra a Londres en aquellos años bélicos tan infames para España de comienzos del siglo XIX. En este mismo siglo se alcanzaría, sin embargo, a componer la más amplia variedad de desnudos que el Arte pictórico hubiese realizado antes. La sociedad europea habría llegado a traspasar, con el Romanticismo avasallador o el Realismo desgarrador, las fronteras estéticas de los prejuicios y las limitaciones que el Arte habría tenido, sin embargo, desde que el gran pintor español tuviese aquella inspiración erótica romana a mediados del siglo XVII.

Dióscoro Teófilo Puebla Tolín (1831-1901) se educaría en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando a mediados del siglo XIX, cuando el mundo del Arte español se encontraba perdido entre el Clasicismo, el Romanticismo y el Realismo artísticos. ¿Qué hacer entonces? El joven pintor español se decidió por todo ello junto, por un Eclecticismo donde pudiera componer, con ese especial estilo, todas las posibilidades que su creatividad tan fértil llevara a poder realizar en un cuadro. Es imposible saber con exactitud cuando Dióscoro Puebla pintara su obra Desnudo femenino tumbado. A partir del año 1858 el pintor viajaría a Italia y luego a París, visitando así Florencia, Venecia, Pompeya... De regreso a España en el año 1863 traería el maravilloso privilegio de haber visto las esculturas o pinturas más sensuales y naturales que la historia del Arte hubiese hecho hasta entonces. Así que el pintor indefinido en estilo alguno que le oprimiese, se decidiría y pintaría por entonces un desnudo atrevido para exponer su deseo de poder plasmar la belleza femenina con el sesgo erótico más estético que él imaginase.  Y ese atrevimiento le llevaría a componer un desnudo de espaldas femenino como aquellas esculturas romanas le habrían prodigado en su reconocimiento al Arte más clásico grecolatino. Pero, también como el gran pintor Velázquez hubiese realizado siglos antes en su viaje por la Italia clásica. Sin embargo, Dióscoro Puebla se atrevería a realizar en su desnudo un alarde erótico que llevase su obra al límite más vertiginoso que una imagen desnuda pudiera representar en un cuadro. ¿Cuál fue ese alarde?: la cabeza girada de la modelo desnuda mirando decidida al observador de la obra. Esta era una modalidad artística que no se habría hecho nunca antes en toda la historia del Arte. Jamás se habría pintado un desnudo de mujer de espaldas mirando al frente directamente. Primero porque es antinatural ese giro de la cabeza tan siniestro y tan forzado anatómicamente. Ni estética ni artísticamente era justificado. Sin embargo, el pintor español lo hizo a pesar de su compleja composición excesiva, ahora en el sentido de girar el rostro una figura de espaldas que, al mismo tiempo, pretendiese también mostrar toda su belleza desnuda.

¿Qué consiguió el pintor español con ese arriesgado movimiento estético? Obtuvo el pintor así el mágico sentido erótico tan vinculante entre un observador y una modelo desnuda, algo que magnificará o acentuará la sensualidad del erotismo por la fuerza comunicativa de dos visiones relacionadas, la virtual del cuadro y la real del que lo mira. Ahí, en esa eventualidad estética comunicativa, estará la más significativa forma de potenciar una representación erótica cualquiera. Sin mirada compartida no hay erotismo. Puede haber representación estética, puede haber belleza, puede haber imaginación erótica también, pero no existe la identidad erótica precisa para poder transmitir el mensaje erótico requerido que lleve la sensualidad de lo representado a su mayor sentido estético profundo. Si ocultamos con el pulgar izquierdo la cabeza de la modelo del pintor Puebla, podremos comprobar en el cuadro la diferencia entre la interactividad de un erotismo estético o la ausencia de éste. El desnudo en el Arte, por tanto, puede ser extraordinariamente erótico o puede sólo meramente serlo. Por eso el desnudo del pintor Sorolla era sólo belleza estética, una radiante, grandiosa o primorosa belleza estética... Pero el erotismo estético que pueda tener la obra modernista de Sorolla, que lo tiene, es ahora indiferente, es más objetivo, es un erotismo estético llevado a cabo en un solo sentido, es algo unidireccional...; es la belleza natural más delicada y perfecta que unos trazos pictóricos radiantes puedan hacer en una obra de Arte erótica, pero, sin embargo, absolutamente discreta o bellamente lacónica. Cuando el pintor español Velázquez se planteara componer su Venus desnuda a mediados del siglo XVII la pintaría también de espaldas al observador, así pudo el genial pintor realizar el perfil más erótico que un desnudo femenino pudiera disponer en una obra. Pero, el pintor barroco español sabría muy bien que sin mirada no habría erotismo comunicable... ¿Cómo lo resolvió? Componiendo entonces un espejo vinculante que mostrase ahora el rostro, y así su mirada, de la bella modelo deslumbrante. De ese modo dejaría al menos el gran pintor español la muestra estética suficiente como para poder imaginar, sin fisuras, la mirada vinculante tan necesaria en una obra erótica de Arte. 

(Óleo Desnudo femenino tumbado, mediados del siglo XIX, del pintor español Dióscoro Puebla, Colección Privada; Lienzo modernista del pintor español Joaquín Sorolla, Desnudo de mujer, 1902, Museo Sorolla, Madrid; Óleo sobre lienzo del pintor Diego Velázquez, La Venus del Espejo, 1650, National Gallery, Londres.)


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