De los años 40, a bien entrados los 90 del siglo XX
Miles de recién nacidos cambiaron de mano en los hospitales, a cambio de sustanciosas cantidades económicas. Miles de vidas robadas, miles de identidades ficticias. Los casos más numerosos se dieron entre 1963 y 1970, en pleno desarrollismo franquista en España. Matrimonios acomodados, que no podían tener hijos, contactaban con facilitadores que urdían en los hospitales oscuras manipulaciones. Lo común era que mujeres jóvenes, madres solteras o prostitutas, presionadas por las costumbres al uso, no querían seguir adelante con su maternidad, dando a sus hijos en adopción. Sin embargo había casos sangrantes de parturientas sanas, según la moral de la época –bien casadas en matrimonio canónico-, a las que tras dar a luz, les comunicaban que sus hijos habían muerto. No veían el cadáver y ni tan siquiera se les facilitaba un certificado de defunción. Pasados los años, algunas de ellas lograron saber el lugar donde se encontraban enterrados los cadáveres. Al exhumar los mismos, se encontraron el interior lleno de plásticos, sin resto ninguno.
Comercio de bebés
Procesos judiciales abiertos
Muchos son los posibles afectados que han iniciado procesos judiciales, con objeto de conocer su verdadera identidad. Cien de ellos se han asociado en ANADIR (Asociación Nacional de Afectados por Adopciones Ilegales), cuya función es la de levantar las alfombras del pasado, y que las instituciones judiciales españolas abran expedientes que aclaren su origen. A primeros del año 2011, la esperanza de las familias afectadas, se incrementó por la decisión de la Fiscalía General del Estado de España de recibirlas y de abrir focos de investigación. No es un problema solamente de países pobres o en vías de desarrollo. El comercio de niños afecta también a los más avanzados dentro de entornos de primer orden. Mientras existan desaprensivos que ofrezcan bebés a cambio de dinero, y mientras existan familias necesitadas de criaturas, el intercambio seguirá produciéndose, siendo los poderes públicos los vigilantes de que esta atrocidad no se lleve a cabo.