El escenario: investigación, precisión y credibilidad

Publicado el 28 noviembre 2013 por Escrilia @escrilia

Etiquetas

datos, escenario, escenografía, escribir, escritura, investigación, investigar, literatura, lugar, novelas, situación

En una novela, la concreción de detalles que aporten veracidad al escenario donde transcurre la historia es, a menudo, tan esencial como su descripción física y su impacto psicológico. Para situar a sus personajes en un escenario determinado es necesario que realice cierta investigación sobre el sitio, y esto generará información objetiva respecto al lugar, ya sea éste real o imaginario (en el segundo caso, la investigación será para darle cierta coherencia y lógica interna). Así, uno de sus trabajos más importantes como escritor es saber cómo manejar la presentación de estos datos reales en su escenario de ficción.

Algunos aspectos de la investigación del escenario pueden ser simples, como saber qué tipo de clima se debe utilizar para retratar el sur de España en agosto. Otros pueden ser de índole más especializada, como saber de qué color era la iluminación de gas de las calles en el año 1875. Y otros podrían ser más exigentes, como la necesidad de retratar con gran exactitud los hechos de un procedimiento quirúrgico que se realiza en su novela médica. Cualquiera que sea el material de investigación que usted decida presentar como parte del tejido de su historia debe, ante todo, ser cierto. Por lo menos estar todo lo cerca de la verdad posible.

Es inquietante ver con qué frecuencia los escritores de ficción dicen que no tienen que preocuparse mucho acerca de la investigación del escenario porque “inventé la ciudad desde cero” o “nunca especifico exactamente dónde ni cuándo se desarrolla la historia” Tales ideas hacen agua por todos lados. Los datos objetivos sobre el escenario siempre deben ser precisos y consecuentes. Necesita mucha más investigación inventar un lugar de la nada y pretender que sea creíble, coherente y lógico. Tampoco es bueno ser tan ambiguos en las descripciones como para que no se sepa el lugar ni la época de la novela, impregnará todo de un aura de sitio estándar e indefinido que no aportará nada al relato, y restará credibilidad.

Aunque la historia se desarrolle en un pueblo inventado, en una región sin nombre, debe haber cierta consistencia en el emplazamiento. El pueblo al menos debe reflejar si es del norte de Galicia, de la zona desértica de Marruecos o de alguna costa turística caribeña. Al menos en este marco de referencia usted debe ser preciso y definido.

A modo de ejemplo: En Galicia podemos hacer referencia a la camelias en flor, pero es mejor que saber que florecen en otoño, invierno o a comienzos de la primavera, y no tienen aroma. Si es en Marruecos mejor no mencionar flores o plantas, pero sí el viento seco y los métodos para soportar el calor. Del mismo modo, podría ser posible para su pueblo imaginario tener una tormenta de nieve en junio si se encuentra en el norte de Noruega, pero si su área de referencia general estaba en el sur de Francia, la nieve requeriría mucha más explicación.

Así, incluso un escenario indefinido requiere cierta exactitud de los hechos en general. Y seguramente la mayoría de las locaciones de la historia serán más específicas y demandarán mucha más atención a los detalles. Usted debe recordar siempre este principio: un solo error en su escenario puede destruir toda la credibilidad de su historia… toda confianza del lector.

Nunca asuma que usted sabe algo sin haberlo comprobado. Hablar del tiempo en un lugar determinado en un momento determinado del año debe, como ya he mencionado, ajustarse a la realidad. Además, si le toca estar escribiendo acerca de un lugar específico y en una fecha real específica, le aconsejo que vaya tan lejos como pueda para comprobar cuál era el clima real en ese momento, en ese lugar. Con internet eso se hace en un momento. ¿Y qué importancia tiene? Pensará usted:

 “Para uno de mis trabajos, irreflexivamente supuse que un día normal tomado al azar en Junio de un determinado año, era despejado y ventoso en Estocolmo. He recibido cuatro cartas de lectores indignados señalando que no había tomado en cuenta que, en ese período de Junio, fue la mayor tormenta de nieve de principios del verano en la historia de la ciudad. He decidido que nunca se puede ser demasiado cuidadoso.” Gunnar Ekelöf, escritor sueco.

Muchos lectores ni siquiera lo notarán, a otros simplemente no les importará, pero un número que seguro le sorprendería verificará la información… e inmediatamente perderá credibilidad en el resto de su historia después de encontrar un error evidente. Y será el comentario que más se difunda. Más peligroso para usted como escritor será el hecho de que, si acierta en una cosa aparentemente menor que haya puesto porque sí, podría iniciarse en el hábito de dejar de investigar acerca de cosas que muchos lectores pueden saber, cayendo en el descrédito todas sus afirmaciones a partir de ése momento.

La solución, para evitar esto, le llevará poco tiempo y servirá para que afronte con más seguridad el período de escritura: Cree una pequeña ficha del sitio. Búsquelo en Google Maps. Apunte los tipos de árboles, arbustos y animales que deben mostrarse en el área en que sitúa la historia (si concierne). Describa el ambiente del lugar, si el día típico es bañado por un sol brillante o la luz siempre es deprimente y gris. Anote las fechas de la temporada de lluvia. Investigue sobre la composición étnica de la zona, y cómo hablan las personas. Tome apunte de los estilos de ropa, la arquitectura característica y los medios de transporte. Sepa lo que cuestan las cosas. Conozca la jerga local y los temas por los que la gente está más preocupada.

¿Cuándo es demasiado?
Los lectores de hoy están mejor informados que en cualquier época pasada. Ellos reciben más información y de más fuentes que la que los lectores tenían hace una década, y tienden a buscar más información en las novelas que leen. En la actual revolución de la información, algunos de ellos hasta parecen sentirse culpables por leer ficción, a menos que puedan convencerse de que también están aprendiendo algo. Por lo tanto, al reconocer esta tendencia de los lectores en general, los novelistas actuales suelen incluir mucha más información en la configuración de la historia. Si usted busca datos sólidos en la mayoría de las novelas actuales, incluso en las más “pasatistas”, se sorprenderá al ver cuánta investigación hay detrás.

Pero ¿significa esto que no hay límite práctico a cuántos datos debe proporcionar? De ninguna manera. Usted no debe simplemente apilar página tras página de información en su argumento. En su lugar, usted debe tener a mano un rico filón de información antes de empezar a escribir, y debe saber cómo espolvorear esos hechos, unos pocos a la vez, en lugares en los que se adapta mejor al flujo de su narrativa. Ambos aspectos son importantes: la información y la historia. Se debe que tener en cuenta esta dualidad, porque hay escritores que yerran ignorando una parte o la otra. Algunas personas investigan fuertemente y reúnen datos fascinantes, para luego sucumbir a la tentación de largarlo todo, en largos y aburridos ensayos incrustados que detienen la historia. Cambian el enfoque de los personajes a los datos de tipo enciclopedia e irritan al lector, que finalmente se aburre. Otros escritores, a sabiendas de que no pueden descargar en un montón de información, optan por no reunir muchos datos y, para dos o tres cosas que van a decir directamente se las inventan. Cualquiera de las dos maneras es desastrosa.

Usted, como escritor, nunca tendrá “demasiada” información sobre el entorno de su novela. A menudo se sorprenderá de lo mucho que le sirve para trabajar, utilizando un dato a la vez. Pero incluso si queda mucho material que nunca se mete en la historia, el conocimiento de ésta información enriquecerá su narración, ya que usted conocerá el escenario en todos sus detalles tan bien, o mejor, que cualquiera de sus personajes.

¿Cómo se sabe cuál es la cantidad de información sobre el entorno que debe insertar en su narrativa en un momento dado? Desafortunadamente esto es, en gran medida, una cuestión de “sensaciones”, y nunca se puede estar del todo seguro. Uno de los aspectos de la escritura que le ayudará a decidir cuándo “detenerse” es la agilidad de la trama. Si la trama de su historia está “funcionando”, los personajes deben estar bajo cierta presión, tanto en términos de tiempo de acción como de presión emotiva. Si tiene su argumento trabajando de esta manera, usted no tendrá tiempo para volcar demasiados datos, ni sus personajes tendrán tiempo para notar o discutir demasiada información sobre el escenario en un momento dado.

¿Qué estoy diciendo con esto? Simplemente que si usted debe detener la acción una y otra vez para caer en largos pasajes informativos, esto puede ser un indicio de que su trama no está suficientemente “ajustada” y debe agregar presión y dinamismo sobre los personajes, esa sensación de necesidad de movimiento.

Así que si usted sospecha que está poniendo parrafadas de información ininterrumpida (o descripción sensorial excesiva, para el caso), revise su argumento. Trate de idear maneras de hacer las cosas más difíciles a sus personajes para que simplemente no haya lugar para el exceso de detalles del entorno.

Usted ¿investiga el escenario o espera que le salga naturalmente? ¿crea sitios inexistentes? ¿qué importancia tiene la locación en sus argumentos?