Sinopsis: ¡Al-Ándalus! En Madinat Garnata, año 748 de la Hégira, un solo hombre soporta sobre sus hombros todo el destino del último reino musulmán en Occidente. Ibn Zamrak, visir de Muhammad V, lucha de sol a sol por mantener el frágil equilibrio de alianzas del reino nazarí con los reinos cristianos al Norte y el reino de los meriníes al Sur, mientras en sus largas noches de insomnio medita los versos que embellecerán las paredes del nuevo palacio de la Al-Hamra.
Pero las sombras de su pasado son alargadas y sus enemigos numerosos. Las manos y el alma del visir están manchadas de sangre y las arenas del desierto al otro lado del mar guardan el único secreto que puede destruirle.
A muchas millas de de allí, en las canteras de Al-Mariyyat, en las frías mazmorras de Qalat Yahsub y en el harén de los señores meriníes de Fez, Ahmed, Abdel y Aixa, víctimas del visir, indagarán ese secreto, en el que su familia se vio involucrada muchos años atrás, y buscarán su venganza contra Ibn Zamrak, político, visir, poeta y conspirador, el hombre cuya poesía, como su ambición, no conoció límites.
Publicado en Ediciones B.
Blas Malo Poyatos (Alcázar de San Juan, 1977) teje en esta primera obra una buena historia, narrada con maestría (¿quién teme a un escritor novel?) que aúna los ingredientes necesarios para la sazón del guiso literario: aventura, ambición, amor, venganza...
A pesar de algunas licencias en cuanto a fechas históricas, en El esclavo de la Al-Hamra, vemos recreados con acierto ambientes e intrigas políticas; vemos cómo el autor reconstruye una época, un mundo que ya pasó, y a la vez construye (no en vano es ingeniero) un mundo propio que complementa ese pasado que amenaza con borrarse en las lagunas del tiempo. Pero el esplendor de la Al-Hamra, que en la novela vemos levantarse, sigue ahí, superando siglos, mirando con ojos nobles las miserias humanas.
No es fácil escribir el pasado desde el presente, ni zambullirse en los pensamientos de unos personajes en una época histórica poco conocida, pero el autor, haciendo uso de diversas líneas de acción y buen uso de la agilidad narrativa, logra hacernos partícipes de un tiempo que ya no existe, pero que él hace posible que sea.
Así comienza:
Una gran alegría envolvía la ciudad de Garnata, la primera alegría en mucho tiempo.
Cielo: la acertada portada, el tratamiento histórico, las recreaciones que apelan a los sentidos (o cómo leer una novela mientras saboreas un té en las calles abarrotadas y con olor a sésamo del Fez de 1350).
Infierno: Tendrás que coger el primer vuelo a Granada para visitar la Alhambra a falta de la posibilidad de una nave para viajar en el tiempo. La lectura te deja el poso de saber más, de sentarte en los jardines y oír el murmullo del agua de las fuentes. Quizás ellas te susurren acerca de las cuadrillas de montadores que pasaron por allí, de sus miedos y preocupaciones; quizás ellas te soplen al oído sobre las cuitas de los alfareros que se apremiaban para tener a punto tejas y azulejos; quizás te revelen los cálculos de los arquitectos en cuánto a las columnas y los capiteles de la ciudad palatina de los reyes musulmanes de Granada.
Lugar en mi estantería: Junto a Avicena o la ruta de Isfahán, de Gilbert Sinoué.
Versos de Ibn Zamrak (1333-1393) en la torre de la Cautiva de la Alhambra, tallados en mármol:
«Esta obra ha venido a engalanar la Alhambra;
es morada para los pacíficos y para los guerreros;
Calahorra que contiene un palacio.
¡Di que es una fortaleza y a la vez una mansión para la alegría!
Es un palacio en el cual el esplendor está repartido
entre su techo, su suelo y sus cuatro paredes;
en el estuco y en los azulejos hay maravillas,
pero las labradas maderas de su techo aún son más extraordinarias;
fueron reunidas y su unión dio lugar a la más perfecta
construcción donde ya había la más elevada mansión;
parecen imágenes poéticas, paranomasias y trasposiciones,
los enramados e incrustaciones.
Aparece ante nosotros el rostro de Yusúf como una señal
es donde se han reunido todas las perfecciones.
Es de la gloriosa tribu de Jazray cuyas obras en pro de la religión
son como las aurora cuya luz aparece en el horizonte.»
Entrevista al autor