“El escritor” – La tela de araña

Publicado el 19 abril 2010 por Cinefagos

El 27 de septiembre de 2009, Roman Polanski aterrizaba en el aeropuerto de Kloten-Zúric para acudir al Festival de Cine de la ciudad suiza que había programado una retrospectiva sobre su obra y que, además, iba a entregarle el Golden Eye en reconocimiento de toda su carrera.

Sin embargo, el director de origen polaco fue detenido en relación a los sucesos ocurridos en 1977 en la casa de Jack Nicholson, donde Polanski mantuvo relaciones sexuales con la menor Samantha Geiner (que en aquel momento contaba con 13 años de edad) cuando ésta se encontraba bajo los efectos de las drogas y el alcohol que había ingerido a instancias del realizador.

En 1978, y aprovechando que se hallaba bajo fianza, Polanski huyó recabando, finalmente, en Francia, país del que también poseía la nacionalidad y del que no podía ser extraditado para enfrentarse a un juicio cuyos cargos él nunca negó.

Tras 32 años sin pisar los EEUU (ni siquiera en 2003 para recoger su Oscar al Mejor Director por “El pianista”), el director de 76 años se halla retenido en Suiza a la espera de la orden de extradición, razón por la cual tampoco pudo asistir al pasado Festival de Berlín cuando su película “El escritor” (2010) fue galardonada con el Oso de Plata al Mejor Director.

Traigo a colación toda esta historia casi más propia de una publicación rosa porque, curiosamente, uno de los protagonistas de la mencionada cinta también se halla, digamos, recluido en un país para evitar la justicia de otro.

El ex primer ministro británico Adam Lang se encuentra de vacaciones en los Estados Unidos acompañado de su esposa. Durante su estancia casi ha finalizado la redacción de sus memorias con la ayuda de un escritor que ha muerto en extrañas circunstancias. Es entonces cuando la editorial que publicará la obra, decide contratar a otro escritor para que concluya el trabajo, un escritor que se verá inmerso en una compleja trama secreta.

Salvando enormemente las distancias, ese escritor (del que nunca conoceremos su nombre) que se hace cargo de las memorias inconclusas me recuerda, entre otros, a la Rosemary de “La semilla del diablo” (1968) o al doctor Walken de “Frenético” (1988), puesto que se trata de personajes que, casi de la noche a la mañana y sin comerlo ni beberlo, se hallan inmersos en complicadas situaciones que escapan (casi) a lo razonable. Aplastados por climas opresivos son seres que se enfrentan en un “yo contra todos” ante un peligro inminente del que es muy difícil escapar sin sufrir terribles consecuencias.

El escritor acepta un trabajo, que se vislumbra como algo rutinario, por meras cuestiones alimenticias pero, poco a poco, irá descubriendo que acaba de embarcarse en una verdadera odisea. No sólo deberá lidiar con las inexplicables medidas de seguridad que rodean al borrador de unas memorias con poca “chicha” y con una calidad literaria más que discutible, sino que pronto se verá salpicado por las acusaciones contra Lang en relación a la guerra de Irak (el político evitará viajar a su país para enfrentarse a un más que posible juicio) y de ciertas sospechas de su pertenencia a la CIA. Y todo ello desde la residencia de un mandatario en horas bajas que tiene más de búnker inexpugnable e impersonal que de confortable hogar habitado por personajes calculadores que tienen mucho que callar.

El opresivo escenario no sólo se circunscribe a esas cuatro paredes, sino que también el exterior contribuye a esa imagen claustrofóbica presentándonos un paisaje gris y desapacible, de playas desiertas y frías, días lluviosos y mar embravecido lejos de la civilización.

En un ambiente así, el escritor se me antoja más un prisionero que un asalariado: un pequeño insecto atrapado en una poderosa tela de araña que irá desentrañando el misterio que rodea a esas memorias sin barruntar que se acerca, peligrosamente, a la verdad. El título en inglés (“El escritor fantasma”) dice mucho del papel jugado por ese casi anónimo protagonista.

Tal vez esta película en manos de otro realizador hubiera pasado sin pena ni gloria por nuestros cines y también es cierto que Polanski es capaz de hacerlo mucho mejor, pero “El escritor” tiene tantos golpes de fina genialidad (sólo hay que fijarse en ese magistral plano final o esos breves, pero contundentes, toques de humor) que una es incapaz de resistirse a ella.

En el reparto con encontramos con Ewan McGregor que resuelve de forma destacable su papel de escritor; la solvente Olivia Williams como Ruth Lang; Kim Cattrall encarnando a la secretaria personal Amelia Bly y Pierce Brosnan infumable en su papel de Adam Lang. A destacar el estupendo Tom Wilkinson cuyo encuentro con el escritor es de lo mejor de toda la película. Enumerar, finalmente, las breves apariciones de Timothy Hutton, el irreconocible James Belushi y el siempre grande Eli Wallach.

Complementada con la excelente música de Alexandre Desplat, “El escritor” (basada en la novela “El poder en la sombra” de Robert Harris) puede que no pase a la historia como una de las mejores cintas de Polanski, pero es innegable que verla es asistir a un curso acelerado de dirección por parte de un maestro y de maestros nos quedan ya pocos. No faltemos a la cita. 

Para ver la ficha de la película, pincha aquí.

Briony