El escritor se enamora de su historia

Publicado el 13 marzo 2014 por Escrilia @escrilia

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amor, anticipación, enamorarse, escritura, historia, literatura, motivación, novelas, sentido, terminar de escribir

Cuando a usted le golpea la cabeza una idea para una nueva novela, no tiene que pensar demasiado para encontrar qué es lo que le gusta de esa historia. Algo llamó su interés, una idea siguió a la otra y cuando se da cuenta ya está gestando una novela a toda velocidad.

Después, cuando estamos en el centro del asunto, metidos hasta las orejas en la redacción del primer manuscrito, luchando con los arcos argumentales o puliendo el texto en la quinta reescritura, hasta el sentido básico de emplear su tiempo en escribir se cuestiona. A usted le gustaba la idea original, como concepto, pero esta madeja anudada que tiene enfrente ya no se parece a esa idea en absoluto.

¿Para qué molestarse en seguir? ¿Quién va a leer esto? ¿No hay ya miles de historias como ésta? Mejor me sirvo algo y me siento… ¿qué ponen en la tele?

Usted tiene que ser capaz de aferrarse a ese impulso que le inundaba de ganas de escribir esta historia en particular. Cuando las cosas se ponen difíciles (y sí, siempre lo hacen) usted necesitará ese punto de apoyo para capear el temporal. Pero primero es necesario identificar qué cosa fue lo que lo decidió a lanzarse.

A menudo, a los escritores no les gusta dar a conocer su opinión sobre su propia escritura. Lo que les gusta de ella y por qué les gusta. Sienten como que están matando la magia. Pero no se puede ser un mago y al mismo tiempo sorprenderse con sus trucos. Los comediantes saben cuál es el chiste que viene. Es difícil mantenerse encantado con su historia cuando empieza a escribir en serio (por algo se dice así). La fascinación por las historias de otra gente se vuelve más difícil de lograr, y la alegría por desarrollar su propia historia puede desaparecer por completo.

Yo recomendaría esto: Cuando usted escriba una historia, trate de identificar lo que verdaderamente le atrae de ella. No me refiero a una inteligente “frase resumen” de 25 palabras o menos, esto no es un ejercicio de marketing. Considere qué aspecto de esta historia es más atractivo para usted, sinceramente. Puede ser tan cliché y cursi como quiera.

La idea de una chica con todas las posibilidades en contra, que al final se queda con el chico. El eterno perdedor que al final da vuelta la situación. La pareja que se odia pero que al final terminan juntos. Lo que sea, solamente sea brutalmente honesto consigo mismo.

Escribir una novela es un gran emprendimiento, un proyecto a largo plazo. Se necesita algo parecido a la obsesión para completarlo. No importa lo que le llamó la atención en primer lugar, no es lo que el lector va a ver en el momento en que lea su novela, eso es para usted a modo personal. Identifique su atracción por esta novela, descubra eso que le lleva a pensar en esta historia todo el tiempo, ese motivo por el cuál no puede sacársela de la cabeza, y luego disfrute de ella.

Es como cuando nos enamoramos; hay una razón (o un conjunto de cosas) que hace que nos guste estar al lado de la persona querida. Con el tiempo y la convivencia (usted deberá “convivir” con su novela mucho tiempo), en el momento en que las cosas no son tan idílicas como al principio, tener claro qué es lo que nos enamoró de esa persona en primer lugar nos ayudará a seguir adelante, solucionando los escollos que vayan apareciendo. Si usted no está enamorado de su historia no soportará dedicarse a ella tanto tiempo.

Pero tenga mucho cuidado de no engañarse a sí mismo. Hablo de amor, no de flirteo.

Digamos que usted está escribiendo una novela donde una pareja comienza por detestarse mutuamente, y luego se juntan. Personalmente soy aficionado a ese tipo de historias. Me gusta verlos saltarse a la yugular en cada ocasión y mi deseo de que se reúnan al final me mantiene interesado en cómo se desarrolla la historia.

Pero si yo fuese el escritor, tendría la oportunidad de controlar lo que sucede y sería muy tentador dejar caer una línea aquí o allá que sugiera que los personajes se reunirán.

Él cuelga de golpe el teléfono maldiciendo por lo bajo, y luego piensa en sus hermosos ojos claros. – Maldita sea, si solamente no fuera tan bella.

En efecto lo que estoy haciendo es darme a mí mismo el final que quiero (gratificación instantánea, y demasiado pronto). Ese guiño a su innegable atracción hacia ella me dice (y le dice al lector) no te preocupes, estos dos chicos se gustan, y de pronto toda la tensión que construía en las peleas de las primeras páginas se ha esfumado. No habrá sorpresa desde mi punto de vista, del punto de vista del lector, de la historia misma. Y ahora simplemente no me siento tan interesado en la historia. Ni para leerla, mucho menos para escribirla.

Cuando escribimos el tipo de historias que nos gusta leer, aquellas partes que nos hacen sentir frustración son las que nos enganchan, las que nos hacen apresurarlas páginas para conocer el final. Si deslizamos pequeños gestos y guiños a un posible final feliz, no se está haciendo a sí mismo ni al lector ningún favor. Es un error anticiparse a la historia sólo por conocer el final.

Otra cosa a tener en cuenta, una vez que ha identificado qué es lo que le atrae a la historia que está escribiendo es no apresurar la incorporación de ese elemento. Hay que construirle una base sólida, dejarlo entrever de forma elíptica y finalmente desarrollarlo edificándolo desde abajo.

Eso no quiere decir que usted deberá desvariar sin sentido las primeras cincuenta páginas, necesita que la historia sea lo más interesante posible. Pero si se mete en ello de inmediato, usted se va a comer todos sus bombones preferidos primero y luego se quedará sólo con los rellenos de licor de cereza.

Debe ser consciente de ese aspecto de la historia, pero retenerlo hasta que sea la ocasión perfecta de presentarlo. Construya la intriga hasta llegar a las partes más interesantes. No se engañe por abalanzarse sobre un final feliz (o triste si eso es lo que desea). Niéguese a sí mismo la posibilidad de esa satisfacción el mayor tiempo posible. Y cuando las cosas se pongan demasiado trabadas, recuerde qué es lo que lo ha impulsado escribir ésta historia (y no otra) y apunte hacia esa dirección con fuerzas renovadas.