El esperpento

Publicado el 20 octubre 2020 por Salva Colecha @salcofa

Corría el año 1920 cuando la revista “España” empezó a publicar por entregas las “Luces

de Bohemia” de Valle Inclán. Puede que sin saberlo ese fuera el nacimiento del esperpento como género literario. Aquí todo es grotesco, todo parece llevado al límite. Se entrelazan la tragedia y la farsa, lo posible con lo aberrante o la caricatura con lo lúgubre creando una atmósfera incomprensible en la que el único que sabía que es arriba y que es abajo era el propio Valle Inclán porque en sus letras todo es posible. Algo parecido a la realidad de nuestro día a día en el que parece que hayamos perdido toda capacidad de sorpresa.
Estoy convencido de que a Valle-Inclán (con su barba blanca tamaño XXL y su brazo perdido en una trifulca de café), se le hubiesen caído las gafas de la cara si hubiese visto lo que andamos viviendo hoy en día. Lo de sus esperpentos pasarían como la cosa más normal del mundo. Alguien como él se daría cuenta de que esto es insuperable, ya podría pensar en algo grotesco y espantoso, en lo que sea, que no llegará a ser tan demencial como la realidad que vivimos en este 2020. ¡Maldito sea!
Seguro que don Ramón María hubiese retado a duelo a todo el hemiciclo en fila india. Un hemiciclo en el que callarían como tumbas sus ocupantes si oyesen sus palabras,

de pura admiración. Porque lo que es hablar, a esta gente no se le da muy bien, su especialidad es el exabrupto tabernario y las formas patibularias. Seguro que ni el autor de “Divinas palabras” ni nadie con un podo de decencia hubiesen podido asimilar que la Carrera de San Jerónimo se haya transformado en un circo dadaísta, si es que me perdonan los señores de la carpa y el “más difícil todavía”.
Lo digo porque igual a sus señorías no les parecen suficientes un millón de personas contagiadas y una cifra de difuntos de la que ya cuesta seguir la cuenta como para parar el

espectáculo estéril que nos regalan e intentar remar en una dirección para intendar dejar de dar vueltas en círculo y acercarnos a una salida a esta lacra que nos ha caído en suerte y que se está llevando la vida de demasiados, los sueños de muchos y el bienestar de todos. No lo harán, se encuentran en su salsa demostrándonos lo zafio de su discurso en el que cuenta más golpear al adversario que ofrecer una solución a los que lo están perdiendo todo. No están dispuestos a ponerse a trabajar porque a sabiendas de que de esta no salimos vivos continúan pensando en ellos mismos y son capaces hasta de acudir a Bruselas con un discurso postapocalíptico sobre nosequé de un estado fallido (bueno, estaremos pasándolo mal pero de ahí a decir que somos un solar todavía quede mucho) Todo para ver si así todavía pintan más negro el escenario e intentar sacar algún tipo de beneficio siniestro. Igualito que los buitres cuando huelen la carroña.
Esta semana vamos a vivir otro acto de este vodevil, una moción de censura por parte de

unos que dicen ser más españoles que ninguno pero que no son capaces de entender que con este show no van a conseguir más que crispar los ánimos en una sociedad que ya anda bastante alterada al no ver salida al problema que padecemos sino que damos por sentado que el desastre post-covid va a ser antológico. No se como andarán de matemáticas pero los números no salen y las matemáticas por desgracia suelen ser algo inapelable. Pero ¿sabes una cosa? Como soy, a pesar de todo, de naturaleza ilusa albergo la esperanza de que este sainete servirá para hacer despertar de una vez por todas a la clase política que padecemos. Igual ahora que les va a tocar retratarse, espabilan un poco y se ponen a hacer algo productivo (de ilusión también se vive).
Parece ser que a nadie de los trajeados les importa más que mirarse al ombligo, no atienden a la necesidad de intentar parchear esto por lo menos para parar el desastre. Andan tan a lo suyo que no se han percatado de que estamos ya cansados, muchísimo. Cansados de tanto sacrificio por parte de los de siempre sin que la administración haga nada de provecho. Cansados de tanto esfuerzo baldío y tanto dolor. Esto se ha transformado en una Santa Bárbara y no es bueno andar encendiendo fuegos en ella. Igual se les ha pasado por alto el que la más pequeña chispa puede ser la que haga explotar el polvorín.