El espinoso asunto de un símbolo nacional

Por Ireneu @ireneuc
Si hay algo hay variopinto en extremo son los símbolos nacionales con los que cada país, territorio o grupo humano se identifica. Los hay de todo tipo, aunque acostumbran a ser iconos extraídos de la naturaleza que por conocidos o importantes localmente, son capaces de representar un colectivo humano. El Burro en Catalunya, el Toro para España, el Oso Panda para China, el Águila Calva para Estados Unidos, la hoja de arce para Canadá o el Gallo para Francia y Portugal, son ejemplos más o menos conocidos de símbolos utilizados. Pero... ¿qué fue lo que llevó a los escoceses a adoptar el denostado cardo borriquero como símbolo nacional? Una soberana metedura de pata está implicada en este asunto.
La leyenda de porqué se toma el cardo como símbolo escocés se remonta a mediados del siglo XIII y como en todo mito, la fantasía se mezcla con elementos históricos reales. 
Hacia 1263, los noruegos tenían el control de unas cuantas islas de la costa occidental escocesa, pertenecientes al archipiélago de las Hébridas. Los escoceses, que se encontraban en plena expansión,  mostraron un cierto interés en obtener el control de dichas islas (hubieron incluso negociaciones de adquisición), lo que llevó a los noruegos a desconfiar de las intenciones de los escoceses, al frente de los cuales se encontraba el rey Alexander III de Escocia,.
En vista del cariz que tomaba el asunto y que los escoceses iban "a piñón" para obtener la posesión de las tierras en litigio, el rey Haakon IV de Noruega decidió hacer un ataque preventivo a las poblaciones costeras para asegurarse el control de las islas en su poder y parar los pies al expansionismo escocés. Para ello organizó una gran flota de 200 barcos que proveniente de Bergen (Noruega) se tenia que encontrar en las Hébridas con los refuerzos que provenían de la Isla de Man, por aquel entonces autónoma, pero en la órbita noruega. 
Cuenta la leyenda que en estas circunstancias los vikingos noruegos desembarcaron durante la noche para tomar a los escoceses desprevenidos y que, para no hacer ruido, se les ocurrió descalzarse para avanzar en el máximo silencio en la oscuridad. En principio la idea era buena, pero no contaron con que la vegetación dominante en la zona eran los cardos y, en medio del avance nocturno, uno de los soldados noruegos pisó un espinoso cardo y -como en una historieta de Mortadelo y Filemón- pegó un alarido que rompió el silencio de la noche. Ello puso en evidencia a los noruegos y dio la señal de alerta que permitió a los escoceses vencer a los invasores, siendo desde entonces, en agradecimiento, el símbolo nacional de Escocia.
El romanticismo de la leyenda, sin embargo, no parece tener un reflejo en el relato histórico del hecho bélico en si. Según las fuentes, en esa situación de reunión de fuerzas noruegas, una gran tormenta se abalanzó sobre la expedición e hizo que una parte de la flota noruega tuviera que tomar tierra cerca de Largs (Escocia), lo que produjo el inicio de las hostilidades. 
Los escoceses, que se habían percatado de los movimientos noruegos y estaban siguiéndolos desde tierra (en la antigüedad se navegaba básicamente costeando) cuando éstos se vieron forzados a desembarcar y estaban en inferioridad de condiciones, los atacaron, lo que provocó que el grueso de la flota noruega tuviera que desembarcar en una zona que no era la más idónea para repeler el ataque, produciendose la Batalla de Largs, donde -según fuentes escocesas, evidentemente- 1500 escoceses acabaron con la vida de 25000 noruegos.
La realidad, más prosaica, no habla de cantidades de muertos y tanto las fuentes noruegas como escocesas se dieron como vencedoras de la batalla, lo cual permite pensar que el desenlace de la batalla fue más igualado de lo que realmente se vendió desde el bando escocés. 
Al final, todo acabó en el 1266 con la firma del Tratado de Perth en el que se firmaba la venta de las Hébridas, la Isla de Man y el condado de Caithness a los escoceses por 4000 marcos y una anualidad de 100 marcos, así como, por haber estado en el momento más oportuno, el ascenso a símbolo nacional de un humilde y espinoso cardo borriquero.

Con un pie y un cardo, ya tengo tu retrato.